¿Hacia dónde va la vida?, ¿hacia dónde nos lleva?, ¿o será que somos nosotros quienes la llevamos? Creo que ocurren las dos cosas, es decir, la vida tiene en sí misma un ritmo y un impulso natural que le permite ser ella, sin necesidad de mayores intervenciones para que ella sólo sea.

 

Sin embargo, nosotros, al actuar, evidentemente participamos en ella, intervenimos y creamos en y con ella lo que consideramos es lo adecuado desde nuestra propia percepción; muchas de las veces sólo conectados desde algún interés material y de beneficio personal, y otras tantas realmente conectados desde nuestro centro, desde el corazón, para crear cosas que vayan más allá de la satisfacción a nuestro ego, estando más en unión con el universo, siendo uno con él, unidos a un todo que proyecta manifestaciones sensibles, humanas, que van más allá de nosotros, de nuestra persona, de nuestros intereses individuales y materiales.

 

Creamos realidades, esto es un hecho, y somos copartícipes del mundo que hoy tenemos ante nosotros, por acción u omisión. He ahí nuestra responsabilidad, aunque nos sea difícil verla, sobre todo porque pocos aceptamos asumirla frente lo que no nos gusta de nuestro medio ambiente más cercano y el mundo en general; sin embargo, algo sucede energéticamente con lo que manifestamos en nuestra vida que se va reproduciendo la creación, para bien y para mal.

 

Así como podemos crear realidades positivas, bellas, generadoras de bienestar y unión  entre nosotros y con los demás, también tenemos la capacidad de crear realidades negativas llenas de reacción, odio y separación con el otro, que afectan tanto a nuestra relación con las personas como con la naturaleza misma. Todos tenemos esas capacidades energéticas, que ejercen una tendencia en el sistema completo. El asunto aquí es saber: ¿cómo enfocamos nuestra conciencia?,¿hacia dónde estamos dirigiendo nuestra atención y actitud?, saber hacia dónde cargamos nuestros pensamientos y acciones, que generan un tipo determinado de energía, que puede ser positiva o negativa.

 

Esto depende enteramente de nosotros, nosotros somos los responsables. No se trata de separarnos y culpar al otro de lo que sucede allá afuera. Somos responsables de hacia qué extremo de la balanza dirigimos nuestras acciones y pensamientos. ¿Los ponemos al servicio de la energía positiva y consciente, o de la negativa e inconsciente?

 

¿Dónde nos encontramos? Esto es algo en lo que todos podríamos reflexionar un momento para dirigir y transformar nuestros  pensamientos y acciones hacia un lugar que sea menos dañino para nosotros mismos y para el mundo en general, buscando la conexión con el todo, en vez de la separación y desconexión.

 

Se trata de reconocer desde dónde actuamos y para beneficio de quién, qué tipo de mundo es el que estamos buscando y creando realmente. Si asumimos la responsabilidad que nos toca desde nuestra pequeñez, significa un gran cambio y la posibilidad de transformar lo que hasta hoy hemos creado como raza humana, un mundo lastimado y al que no respetamos porque nos sentimos separados de él y del resto de seres con quienes lo compartimos.