Una mañana, Jacobo Zabludovsky me dijo: “Ya tengo preparada la nota de mi fallecimiento”…

 

No respondí nada.

 

Limpiando sus lentes, con su pañuelo blanco, siguió: “Seguramente no la daré, pero la nota comienza: ‘Ha muerto un reportero’”.

 

Catorce años después, me tocó dar la triste noticia en su noticiero De1 a 3.

 

Este 2 de julio se cumple el segundo aniversario de la muerte de Jacobo Zabludovsky.

 

Hoy permítame una confidencia a dos años de su partida.

 

A mí, como a muchos, Jacobo Zabludovsky nos dio la bienvenida y nos abrió las puertas gigantescas de su prestigio.

 

Le agradezco su hospitalidad y su apoyo generoso por tolerarme a su lado durante 34 años.

 

De él aprendí su obstinado desempeño de nuestro oficio.

 

En su voz no sólo había relato, había también emoción y espontaneidad.

 

Jacobo Zabludovsky dejó en más de 70 años de periodista en activo, testimonio de sus andanzas como testigo y protagonista de la vida de México y el mundo, durante 40 años en televisión, otros tantos en la radio y algunos más en los diarios.

 

Hombre de trato respetuoso, entrevistó a Ruiz Cortines, al mariscal Tito, Rufino Tamayo, Chou en Lai, Juan Pablo II, Lorenzo Garza, Salvador Dalí, Kirk Douglas, Giscard D’Estaing, Fidel Castro, Yaser Arafat, Marianito Mores, Cantinflas, Octavio Paz, Salvador Allende, Pablo Neruda y Mijail Gorbachov… y también a boleros, taxistas, taqueros, voceadores, ídolos del futbol, toreros, cantantes de ópera y de boleros, Premios Nobel de Literatura y “otros que nunca lo obtuvieron… Podría decir alguien, no tienen entre ellos la misma dimensión”, para Jacobo sí.

 

Cómo no recordar también su periodística crónica aquel día del temblor de 1985 y el rescatable ejemplo del género en su “Bucareli”, que se publicaba “todos los lunes y sólo los lunes” en el periódico El Universal.

 

Jacobo Zabludovsky siempre tuvo la convicción profunda de poner su micrófono al servicio de la cultura como una prolongación del aula abierta a la crítica.

 

Jacobo Zabludovsky siempre estuvo consciente de lo que hizo y nunca puso en duda sus razones.

 

Su fuerza de carácter y la precisión de su inteligencia lo ubicaron siempre por encima de presagios.

 

Su salud se vio quebrantada y tuvo momentos difíciles, de sufrimiento, pero nunca dejó de luchar.

 

Era un veterano de mil batallas que siempre, siempre, tenía planes para el futuro.

 

A Jacobo Zabludovsky le gustó su oficio, y le gustó ejercerlo; además no tuvo otro oficio en su vida.

 

Fue un gran honor encontrarme con un hombre comprometido con su vocación, inteligente, culto, simpático.

 

Durante más de tres décadas navegamos juntos hacia un destino común.

 

“Tu primera lección”, me dijo hace muchos años: “Cada día se aprende algo; no creas que lo sabes todo. Cuatro ojos ven mejor que dos, nunca te desesperes ni seas pesimista”.

 

“Cuando no esté yo, seré sólo una referencia nostálgica”, dijo Jacobo Zabludovsky en noviembre de 1997… Yo creo que no.

 

aarl