Güeros (Dir. Alonso Ruiz Palacios)

 

En una de las mejores escenas de Güeros, la ópera prima de Alonso Ruiz Palacios, el personaje de Tenoch Huerta lanza un discurso demoledor a la vez que hilarante sobre la situación actual del cine mexicano-festivalero, concretamente hacia aquellos cineastas nacionales que hacen de la “pornomiseria” (la palabra es mía) objeto de regocijo y explotación morbosa en sus películas.

 

Aquella especie de autocrítica (la cinta podría catalogarse de festivalera, toda vez que ha triunfado en prácticamente todos los festivales en los que ha participado) sería suficiente como para considerar a Güeros como una obra mayor, así sea al menos por su sentido del humor (tan escaso en el cine nacional); pero ello es apenas una bala en el arsenal de tiros que la cinta tiene para dar y repartir. El humor, el sarcasmo, la improvisación, la ruptura de la cuarta pared, la autocrítica, el uso del blanco y negro, la cámara hiperactiva, el audio que envuelve, las actuaciones, los diálogos y la música, todo está dispuesto para hacer de Güeros una experiencia sensorial como hacía mucho tiempo no se vivía en el cine mexicano.

 

Güeros es una cinta que recuerda a muchas otras películas y sin embargo eso no le resta un ápice de originalidad. Aquí conviven desde Los Caifanes hasta Temporada de Patos, pasando por Punch Drunk Love y Garden State; todas las referencias se mezclan para crear una pieza verdaderamente única, fresca y original.

 

Santos (Leonardo Ortizgris) y Sombra (Tenoch Huerta) son un par de jóvenes que vegetan en un departamento desordenado y sin energía eléctrica mientras esperan que termine la huelga en su universidad, la UNAM. El hermano de Sombra, Tomás (Sebastián Aguirre), llega desde Veracruz desterrado del puerto por su propia madre quien ya no lo aguanta. So pretexto de buscar el paradero de un desconocido cantante (el favorito del padre de Sombra y Tomás), el trío se embarca en un viaje sin rumbo por varios rincones de la ciudad.

 

La búsqueda por un hogar y una identidad es la constante en esta cinta. Aquel trío de destechados recorrerá la Ciudad de México redescubriendo a sus tribus, sus espacios enigmáticos, sus lugares abandonados a la suerte, la basura o la desidia gubernamental. Y en esa búsqueda por el hogar perdido, era obvio que hicieran escala en el hogar arrebatado: Ciudad Universitaria. Pero ojo, quien vea en esto una película “sobre la huelga de la UNAM” anda muy corto de miras. Estamos ante un Alicia en el País de las Maravillas chilango, una road movie donde la Ciudad de México se muestra en plenitud de contradicciones sin obviar la belleza inherente de su caos cotidiano.

 

Güeros es una experiencia visual y sensorialmente prodigiosa; filmada en blanco y negro, la cámara de Damián García juega con diversas posibilidades -un formato 4:3 que encierra a los personajes, complicadísimos encuadres que parecieran imposibles, travellings exactos, maravillosos planos fijos que se convierten al vuelo en planos secuencia- al tiempo que el diseño de audio perturba lo mismo que endulza al oído: ese ir y venir de ruidos estáticos así como el timing perfecto para la entrada de la música, una secuencia que de repente inunda la sala con el clásico de Agustín Lara, “Farolito”, o esa soberbia secuencia rumbo al final que hará que termines cantando a Juan Gabriel por varias semanas.

 

Narrada con imaginación, intensidad, humor e inteligencia, Güeros es sin duda la mejor película mexicana de 2014 y lo que va de 2015. El cine mexicano tiene una nueva cinta que superar, su título es Güeros.

 

Güeros (Dir. Alonso Ruiz Palacios)

4.5 de 5 estrellas.