MADRID. Un gol del francés Antoine Griezmann, ejecutor de un penalti fuera del área que él mismo protagonizó, dio una ventaja mínima al Atlético de Madrid en el partido de ida de los cuartos de final de la Liga de Campeones ante el Leicester, nada más que un primer golpe en una eliminatoria por decidirse en la vuelta.

 

Dentro de seis días, en el estadio King Power de Leicester, con un buen resultado para el Atlético, pero con un marcador tampoco demasiado malo para el conjunto inglés, que se marchó del Calderón sin un tiro entre los tres palos, pero con una versión competitiva que le permitió seguir vivo incluso tras el gol del ariete francés.

 

Griezmann fue el propulsor del triunfo. Su juego entre líneas, en el oasis en esa zona que concedió el Leicester, fue incomprensible para su rival, un problema del que jamás encontró solución y que sufrió muchísimo desde el principio, desde el potente, desbordante y apabullante comienzo local hasta el 1-0 del minuto 28 del partido.

 

Hubo dos fases en todo ese tiempo. La primera, de unos 18 minutos, propiedad absoluta del Atlético, con balón y sin él, en ataque, en defensa y en cada sector del campo. Intenso, rápido, dueño de cada segunda jugada, suelto, demasiado quizá desde el punto de vista de su oponente, vertical, incisivo… pero sin gol.

 

Por el poste, como el derechazo que soltó Koke Resurrección, o por una definición floja, centrada o fuera, como le ocurrió dos veces a Fernando Torres, una al belga Yannick Carrasco, otra a Griezmann y una más a Saúl Ñíguez, otro de los hombres clave de la victoria. Omnipresente y contundente en las ayudas, fue un seguro.

 

No logró el gol cuando era indudablemente superior y sí lo marcó cuando más dudas sentía, cuando el Leicester, un equipo que había tenido sólo un plan hasta entonces -pelotazo rumbo a un activo Jamie Vardy, un verdadero incordio para cualquier defensa-, entró ya en el duelo con intención, cerca del área contraria y sin salida atlética.

 

Hasta el minuto 27, hasta que un saque de banda del Leicester hacia la meta de Jan Oblak se transformó en un contragolpe iniciado por Koke y desarrollado vertiginosamente por Griezmann, a toda velocidad en su conducción durante tres cuartos de campo hasta que Albrigthon lo derribó sin miramientos en su carrera imparable.

 

¿Unos centímetros fuera, sobre la línea, un centímetro dentro…? Aunque al límite, fue lo primero; el árbitro, el sueco Jonas Eriksson, lo vio dentro. Penalti a favor del Atlético, una opción imprevisible no hace mucho, cuando encadenó varios lanzamientos fallidos, y una ocasión inmejorable este miércoles para el 1-0.

 

Lo transformó Griezmann. No fue un simple gol. Era el primer objetivo cumplido para el Atlético, pero también fue un frenazo inmediato para el crecimiento del Leicester y una reafirmación a la vez para el bloque rojiblanco hasta el descanso, hasta el inicio del segundo tiempo, controlado por los locales pero con algunos matices.

 

Todos ellos los aportó Riyad Mahrez, el jugador indiscutiblemente más dotado de técnica del conjunto inglés. De regate fácil, ágil y desbordante, de esos futbolistas que nunca dudan cuando se trata de encarar, remató desviado una vez y reclamó penalti en otra. Era el argumento del Leicester para creer en equilibrar el 1-0 adverso.

 

Realmente, no ocurrió mucho más en la segunda parte. Poco remate en las áreas. Algo más del Atlético, muchos centros intencionados sin finalización en la búsqueda de un segundo gol valioso para la vuelta, y nada del Leicester; los dos ya a la espera del exigente combate definitivo dentro de una semana en el estadio King Power.

 

GRG | JMS