Comprendo y justifico la amargura y molestia de la dirigencia del León: el trabajo arbitral fue malo y tuvo injerencia directa en el marcador.

 

El razonamiento no puede ser tan simple como que Tigres metió dos y el rival, en todo caso, necesitaba otro par.

 

Las reflexiones deben abarcar los momentos y las circunstancias de cada pifia, y claramente lo que sucedió en el Volcán afectó al equipo de Jesús Martínez.

 

Qué lejos quedaron los tiempos donde el arbitraje mexicano estaba incluso por encima del nivel colectivo del futbol en general, y modestamente dirá Arturo Brizio, el mejor que hemos tenido en la historia, que hoy es más difícil arbitrar, que el juego es más dinámico y más vertical, pero antes había criterio, aplicación correcta del reglamento, autoridad y, digan lo que digan, un mejor ojo.

 

León igualmente deja de hacer muchas cosas, sobre todo en el primer juego donde se generan cambios durante el partido que aún buscan explicación o justificación, pero habría que establecer que al menos el no señalamiento del fuera de lugar en el empate es grosero. Si salió o no la pelota en lo que suponía el segundo de la fiera, habrá que ponernos todos más humanos y dejar la ayuda tecnológica de lado, ya que de primera resulta una jugada exageradamente apretada. Pero es el problema de suponer o pensar y no apegarse a lo que demanda el golpe de vista, y eso forma parte de la instrucción, el talón de Aquiles de la Comisión de Arbitraje desde hace años.

 

A León le toca apechugar y a Tigres, administrar el coraje o el malestar de tener que frenar su ritmo casi 15 días para que América participe en el Mundial de Clubes (claro, esto si América es capaz de obtener su boleto a la final). Y es que si los clubes planearan, pensaran un poco más en los posibles escenarios, quizá Ferretti no estaría inconforme como lo pudieran estar todos en el plantel por partida doble: una, el ritmo futbolístico del que hablamos; y dos, sacrificar días familiares, que si bien es cierto hablamos de profesionales, no olvidar que son pocos días con los que cuentan los jugadores para poder convivir con sus familias, y queramos o no, debemos entenderlo.

 

Se escribe esto el domingo por la mañana por tiempos de cierre de edición, por eso el supuesto y aun posible caso navideño.

 

Y hablando de las fiestas, parece que llegó el regalo más ansiado al árbol de Cruz Azul; estamos hablando de Paco Jémez, un entrenador que en el papel trae consigo un plan de vuelo distinto a los muchísimos que han desfilado por el banquillo celeste. Pero al menos habremos de conceder que en el aficionado se renuevan las ilusiones, y mire que esto resulta casi imposible después de la gran acumulación de tristezas, pero algo tiene el español que a muchos los hace pensar diferente.

 

Llegará a un mundo nuevo y muy particular, donde si de verdad hay espíritu de cambio las cosas le resultarán menos complicadas, pero si los mecanismos de contratación y operación nada modifican, el español sólo será uno más de la inagotable lista de promesas.