La grandeza no es en lo absoluto un estado permanente. No contiene garantía alguna. Se requiere de mucho para obtenerla y de poco para perderla. Que le pregunten a Cruz Azul si no es cierto, aunque a decir verdad no ha sido poco lo sucedido en la Noria. Todo comenzó con un tropiezo en la cima y se convirtió en una inmensa bola de nieve sin freno alguno.

 

La llegada de Francisco Jémez, como lo dije anteriormente, le permite al aficionado celeste pensar de manera diferente, y aunque nada es garantía, y menos en este club, hay algo con sus formas que gusta más que los demás en el meritito arranque. Al menos la sensatez viene bien: “El equipo, con los resultados que ha cosechado en los últimos años no puede pretender sentirse una escuadra grande. Los equipos grandes son grandes cuando lo demuestran, y nosotros llevamos muchos años sin demostrarlo. Hemos perdido mucho prestigio en los últimos años”, dijo en conferencia de prensa.

 

Lo primero que viene bien es que se haga parte del problema y no se desmarque de la crisis como lo hicieron muchos entrenadores anteriormente. Segundo, porque hablar de grandeza resulta fácil, y más cuando se trata de vivir del pasado, pero en este club hace muchos años que no se festeja absolutamente nada, bueno, depende del ángulo del que queramos observarlo. Si hablamos del equipo chico que dice Jémez que hoy son, entonces el título de Copa obtenido hace algunos semestres sería materia suficiente para sentirse orgullosos, pero si hablamos de lo que invierte este conjunto temporada a temporada, de los jugadores que van y vienen, de la monumental década de los 70, cuando obtuvieron siete títulos de Liga con dos bicampeonatos, un tricampeonato, dos Campeón de Campeones y tres Copas de Campeones de la Concacaf, entonces podemos establecer que la caída del prestigio ha sido brutal, fulminante.

 

Jugar como equipo chico para después hacer la conversión a grande es la fórmula a la que se apega el estratega español.

 

Al final son conceptos y etiquetas, lo que verdaderamente cuentan son los resultados, y en este caso específico, el sistema de medición es simple: un trofeo; sin éste no hay formas que valgan ni filosofías que enamoren. Sin un título, las propuestas ofensivas o defensivas dan exactamente lo mismo. Sin campeonatos no hay historias que contar en esta institución, porque de derrotas se las saben todas.

 

Y ya que hablamos de frases y conceptos, en Cruz Azul el único partido que verdaderamente cuenta es el último; si en ése hay derrota, los demás sirven para nada y para lo mismo. Así que vayamos dando tiempo a esto que al menos en el papel inicia bien.