“El ganador se queda con todo” dijo Juan J. Linz, el estudioso de los regímenes totalitarios y autoritarios, la quiebra de las democracias y las transiciones a regímenes democráticos. Con esto se refería al incremento del poder presidencial en democracias débiles y estados ingobernables.

 

Esto es, que en lugar de mecanismos de conciliación, el presidencialismo arrasa e impulsa; controla y somete. Así, cuando el presidencialismo predomina debilita al federalismo para moverse en un sistema central que, en el caso mexicano, es tan histórico como presente.

 

Esto viene al caso porque, pocas veces como ahora, la figura del presidente Enrique Peña Nieto, en casos específicos, ocupa espacios geopolíticos y establece reglas de comportamiento y acción en entidades cuyo gobierno, según el Pacto Federal, tendrían sus propias obligaciones y medios de control, como estados soberanos parte de una República Federal, que se dice para México.

Y esto tiene que ver con el incremento del crimen organizado en el país. Este se encuentra particularmente en estados en los que el conflicto viene de mucho tiempo atrás: Michoacán, Tamaulipas y como fue Chihuahua, Coahuila o Sinaloa. Y en otros en los que se mezcla la inconformidad social con la violencia criminal, como en Guerrero o en los que la pobreza endémica genera conflictos que llevan a la práctica ingobernabilidad, como en Oaxaca.

El crimen organizado no obedece a espacios específicos estatales sino que es regional e involucra a entidades distintas en momentos diferentes. No hay fronteras. Hay intereses. Hay corrupción, trasiego, comercio, violencia criminal y confrontación.

Una cosa predomina entre los gobernadores de los estados involucrados: Han solicitado auxilio de la federación porque sus propias fuerzas de seguridad o están contaminadas o son insuficientes para controlar a propios y extraños. Su responsabilidad anulada.

 

Es por esta vía que el presidencialismo se fortalece aun más en ahí, y genera ya una, digamos, especie de gobiernos alternos: Michoacán tiene, por decreto presidencial, a su Comisionado Para la Seguridad y el Desarrollo Integral de Michoacán, Alfredo Castillo Cervantes con quien el gobernador estatal, Fausto Vallejo, “tiene que pasar lista” y quien “no le pide permiso, para nada”…

 

Fuera de la pérdida de poder de gobierno, el señor Vallejo está encantado de que le solucionen el problema del 30 por ciento de la entidad. El 23 de mayo pasado dijo: “Peña Nieto ha cobijado a la ciudadanía michoacana (…) Sepan que tienen en el presidente un aliado y pueden contar con él en todo momento (…) Michoacán no es un estado fallido por la intervención del gobierno federal, ya que viene a fortalecer y rescatar las instituciones”… las mismas que él no ha podido rescatar.

 

Y mientras en Michoacán se entraba en dimes y diretes de gobierno y gobernabilidad, autodefensas y malandrines, en Tamaulipas estalló la violencia criminal y, en tan sólo dos días murieron 14 personas y luego más. Ante esta situación, el gobernador Egidio Torre Cantú mostró la debilidad de la que le es propia y pidió pronto la ayuda federal…

 

En una estrategia de división en cuatro sectores a la entidad, habrá un Comisionado de seguridad para cada uno. La estrategia a seguir la diseña el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, la que seguirán tanto las fuerzas federales como estatales: por instrucciones presidenciales.

 

Egidio Torre Cantú reconoció el 24 de mayo que la entidad “vive tiempos difíciles: pero ahora también lo quiero repetir: nunca se había conocido un apoyo del gobierno de la República como éste” y agradeció al gobierno federal su presencia “para atender la situación”… la misma que él no ha podido rescatar…

 

La presencia del gobierno federal para apagar fuegos estatales cae a sus gobiernos como agua fresca en calores. Como ya ha ocurrido en Morelos cuyo gobernador Graco Ramírez –PRD- ha pedido apoyo federal; como ha ocurrido en el Estado de México, que también ha pedido ayuda federal; como ha ocurrido en Guerrero, que ha pedido apoyo federal… y…

 

No se fortalece en sí misma la estrategia estatal, no se limpia la mugre en instituciones de seguridad, no se actualiza y fortalece y se diseñan estrategias estatales a tono con su personalidad y circunstancia… La intervención federal, se dice, es la única solución. ¿Sera?

 

Otra forma de control federal es el caso de Oaxaca, en donde el gobernador Gabino Cué se ha mostrado en rebeldía y ha decidido apoyar y apoyarse en la Sección 22 de maestros beligerantes y a quien la federación ha mostrado su ‘desacuerdo’ insinuándole que solicite licencia, aunque él mismo ha declarado que “no”. El congelamiento de relaciones administrativas va en perjuicio de los oaxaqueños, no del mandatario que ya no manda.

 

Así que crece la fortaleza presidencial, lo que, naturalmente significara resultados electorales y deprime el pacto federal.

 

Es tiempo de que los mexicanos, todos, tomemos una decisión al respecto: República Federal o República Central, y así evitar simulaciones porque ahora mismo el presidente mexicano asume más poderes de los que se le otorgaron en las urnas, con el apoyo de gobernadores estatales que están bajo control y, lo dicho: “El ganador se queda con todo”

 

jhsantiago@prodigy.net.mx