La diplomacia vaticana es sui géneris porque su naturaleza se asimila más a la de una ONG que a las que encabezan John Kerry y Serguéi Lavrov en Estados Unidos y Rusia, respectivamente. La política exterior de Obama con Irán ha provocado que Kerry funcione como un pararrayos en dirección de Israel, mientras que Lavrov intenta detener la metralla diplomática de la Unión Europea sobre el conflicto ucraniano.

 

PAG-13-2_1_AP_John-Kerry

 

 

La de Francisco ha sido una diplomacia dinámica y su gran golpe, hasta el momento, lo conoció el mundo en diciembre cuando Raúl Castro y Barack Obama anunciaron la ruptura del paradigma instaurado hace 50 años: reactivación de relaciones diplomáticas.

 

La respuesta detonada desde Los Pinos a la expresión: “mexicanización” de Argentina en el campo del narcotráfico que el Papa utilizó en un correo electrónico (privado) resultó sobredimensionada. Y lo fue por dos aspectos:

 

 

  1. Conversación privada.
  2. No fue el Papa quien publicó el intercambio epistolar en un blog, lo hizo su amigo, el político Gustavo Vera, quien pertenece al partido Bien Común.
  3. El papa Francisco, a diferencia de su antecesor, forma parte del mainstream.

 

En efecto, no fueron Julian Assange ni Edward Snowden quienes obtuvieron el documento escrito por el Papa para publicarlo en Wikileaks o The Guardian. Gustavo Vera, quien también dirige una organización no gubernamental llamada La Alameda, la cual se dedica a defender a víctimas de trata de personas y esclavitud laboral, fue quien destapó una especie de Papaleaks.

 

Ayer Excélsior publicó una entrevista con Gustavo Vera. El político trató de disipar el escenario de un Papaleaks al afirmar que, respecto a la decisión de subir la carta a su blog, el Papa “seguro lo sabía”. “Yo subo todas las cartas. Desde que Francisco es Papa nos ha enviado más de 200 cartas y todas se han publicado”.

 

Desde Los Pinos el cálculo fue erróneo. Suponiendo que el escenario de Gustavo Vera se asimile a la realidad, las conversaciones privadas no pueden originar notas diplomáticas, de lo contrario se estaría asumiendo que la privacidad ha muerto a manos de un mundo post orwelliano en donde los tuits son fiscalizados por los cerebros de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA).

 

Si la intención del gobierno mexicano era equilibrar los efectos provocados por un blog, entonces a quien tuvo que dirigir su molestia es a Gustavo Vera. Pero de hacerlo, lo tendría que hacer con millones de tuiteros y facebookeros que todos los días opinan con y/o sin información de por medio, judicializan a la política, aportan valor e insultan, entre miles de rasgos.

 

Sobre el poder blando que encabeza un personaje mainstream, como lo es el Papa, no es fácil sostener una batalla de esgrima porque las asimetrías lógicas pueden revertir la intención original. Una segunda lectura de la nota diplomática resulta ser más agresiva que la primera. La política de comunicación social del Vaticano ha sido un éxito. Ha transmitido de manera óptima los diversos puntos de inflexión progresistas de Francisco. En términos del marketing, del posicionamiento del Papa emerge como primera mención: progresista. Difícil asimilar en su persona una nota diplomática sobredimensionada.

 

En Los Pinos, ¿quién redactó la nota? Algo falla en quienes manejan las crisis de “estigmatización” mexicana. La acumulación de errores preocupa. Por ejemplo, el domingo por la noche una de las directoras generales encargadas del manejo de las redes sociales de la oficina de la Presidencia intentó insuflar las palabras de Sean Penn en Twitter tratando de aplicar un lifting a las palabras del laureado Alejandro G. Iñárritu: “Rezo para que podamos construir el gobierno que nos merecemos”. No se pide la presencia del análisis cuando se conoce la biografía política de Penn para traducir su: “¿Quién le dio su visado a este hijo de puta?”

 

La sobriedad diplomática no aplica en el soft power. Tampoco en el papaleaks inexistente.