Las agendas espectaculares del caos: si Barack Obama se casara con Miley Cyrus sus respectivas agendas abandonarían las antípodas temáticas para converger en la Casa Blanca. Cualquier tic de Cyrus generaría efectos en la bitácora del presidente y los teñiría de cultura pop. Cualquier acto privado de Obama terminaría por ser extrapolado al ámbito sexoperformero de Cyrus. No es novedad. Desde 1967 Guy Debord se imaginó el trastocamiento de la agenda pública a costa del espectáculo y lo plasmó en su ensayo La sociedad del espectáculo.

 

PAg-17-2_2_AP_Obama_apec

 

Las agendas mediáticas del caos: semanarios globales como The Economist no conocen las doctrinas antiglobales de la época de Venustiano Carranza. Periodistas anquilosados critican el hecho de que The Washington Post incluya comentarios de Human Rights Watch sobre el caso Iguala, o que el periódico Le Monde edite a su antojo notas cuya cabeza vincule a la película La dictadura perfecta con el ecosistema inmediato del Presidente mexicano.

 

La realidad es que el caos sorprende a los que permanecen en la antípoda temporal del siglo pasado.

 

En efecto, en aquella época se pensaba que la globalización podía acotarse al ámbito económico. Nunca se pensó que fenómenos transculturales serían promovidos por la revolución de la tecnología, y que la comunicación global podría ridiculizar a medios de comunicación locales.

 

Ahora lo vivimos. Semanarios como The Economist piden movimientos en el gabinete del Presidente mexicano y con ello, genera cierto pudor en algunos medios de simulación mexicanos cuya función vital es fungir como caja de resonancia de la comunicación social de la Presidencia. La comunicación global no sabe de soberanía ni de leyes globalofóbicas.

 

David López, encargado de la comunicación social de la Presidencia, pudo haber sido un experto en el control, dosificación y censura de la información durante el rango temporal 1982-1986 cuando se desempeñó como coordinador, también de comunicación social, en el gobierno del Estado de México, sin embargo, sus estrategias exitosas respondieron al México del siglo pasado. Hoy, son anquilosadas. Para no caer en adjetivos sin sustento, me remito a la medieval idea de dividir prensa nacional y prensa internacional, en una época en la que la prensa influyente se llama prensa global.

 

En el éxito de la comunicación subyace la correcta ponderación de las agendas políticas. No es poco el gramaje estratégico que el presidente Peña Nieto obtendrá en sus reuniones privadas con Xi Jinping y Barack Obama; sin embrago, el viaje presidencial ocurre en el transcurso de la operación quirúrgica (errática) del manejo de crisis.

 

 

El presidente tuvo que haber cancelado su gira porque su equipo de trabajo es ineficiente. No logran revertir la percepción de “ausencia de liderazgos”. Y mientras eso no ocurra todas las críticas se dirigirán hacia él. Su área de comunicación ha sido rebasada porque sus mensajes son ineficientes.

 

Sobre la nota que publicaron el portal de Carmen Aristegui y el semanario Proceso, es el timing y el ángulo cultural-aspiracionista los que afectan la imagen del Presidente.

 

Claudia Bruni, esposa de Nicolas Sarkozy, es millonaria de cuna. Durante su infancia en el castillo familiar de Castagneto vivía rodeada de óleos y de notas musicales clásicas. Al casarse con el presidente de Francia ya se sabía de su fortuna como también de sus modelos Yves Saint-Laurent o Lagerfeld, sin embargo, a los franceses no les interesa lo que haga o deje de hacer la “primera dama”. Lo anterior lo podría confirmar el actual presidente, François Hollande, a quien se le conocen tres de sus mujeres (dos de ellas durante un rango temporal simultáneo): la mamá de sus hijos, Ségolène Royal (ex candidata a la presidencia y actual ministra de Ecología), la que ingresó al Eliseo del brazo del presidente, Valérie Trierweiler, y Julie Gayet, la actriz a la que Hollande visitaba de manera clandestina en moto. Lamentablemente en México sí existe una narrativa de la “primera dama” gracias a la invasiva cultura del espectáculo.

 

No es opinable la decisión que un personaje toma para canalizar sus ingresos financieros. Sí es opinable bajo el ecosistema político; cuando un entramado de intereses políticos cruza la línea fronteriza de la opacidad.

 

En la era del tiempo real una percepción puede sustentarse con argumentos sólidos mientras que la realidad descontextualizada puede escapar a terrenos de la mentira. El tiempo real demanda reflejos. Un conjunto de músculos hechos en el siglo pasado no logra responder a las demandas de la información estratégica.