París vale algo más que una misa: una visita de Estado. Capital de la diplomacia global, con el visto bueno de Washington, Francia es el vestigio diplomático-aterciopelado global. Mientras que en la Secretaría de Estado de Estado Unidos se programa y se opera el algoritmo que mueve al mundo, en París se recargan las ideologías políticas (entes prehistóricos que sirven para manipular a la sociedad). Mientras que Washington es la capital del poder político, París es la del teatro político.

 

La doctrina Kissinger es tan moderna que cualquier ente supranacional, hoy, envidiaría sus fundamentos. La doctrina Hollande pocos la conocen. Lo que sí sabemos es que Manuel Valls (primer ministro) y Emmanuel Macron (ministro de Economía) son tan liberales que están dinamitando al Partido Socialista francés, que por cierto, es el partido de Hollande.

 

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Claudia Bruni, pareja del expresidente Nicolas Sarkozy, es tan inteligente que firma la autoría de la canción Le Pingouin (El Pingüino) con su nombre. La realidad es que Sarkozy se la cantará a Hollande el día en que regrese al Elíseo. Un fragmento de la letra dice:

 

“(…) Ha estudiado latín, el pingüino, pero cuando habla no se escucha nada (…) No es ni guapo, el pingüino, ni alto ni bajo, ni feo, ni frío, ni caliente, el pingüino”.

 

Pero no importa, el 14 de julio el presidente Peña acompañará a Hollande (hundido en las encuestas) durante la pasarela temática más importante del planeta, la del desfile militar del 14 de julio. Máximos honores nunca vistos para un presidente latinoamericano. Máxima pasarela para Peña Nieto que no ha tenido ni volverá a tener durante su sexenio.

 

Hollande invitó al presidente mexicano para olvidar el capítulo bochornoso que rodeó a Florance Cassez; una delincuente que se topó (por fortuna para ella) con Genaro García Luna, un ingeniero mecánico que siempre quiso ser actor de una fábrica de estrellas pero termino siendo el policía número uno durante el sexenio de Felipe Calderón. Su estúpido montaje, con el visto bueno de Carlos Loret de Mola y sus jefes, terminó por ayudar a la delincuente Cassez, o si se prefiere, todos los actores involucrados terminaron por convertirse en la mejor defensa de la secuestradora Cassez.

 

Una tarde, aburrido en su despacho, Sarkozy leyó el caso, y en él encontró la oportunidad de lanzarse desde la parte alta de la Bastilla con la bandera tricolor, todo, en defensa de la delincuente Cassez. Así, Sarkozy reeditó la única guerra de pasteles que ha ocurrido en el planeta (1838-1939). Se trató de unos pasteles lanzados por malos actores nacionalistas: Sarkozy-Calderón (a nombre de García Luna). La guerra de las malas actuaciones terminó por derrumbar el año de México en Francia.

 

Pero ahora todo cambia. Peña Nieto recorrerá la ruta crítica histórica de Francia en el desfile más solemne cuyo corazón republicano se ubica en la Bastilla. Fue ahí donde los reyes enviados por dios se toparon con la racionalidad del Estado. La transmutación de los rasgos republicanos le hará reflexionar, a Peña, sobre la esencia del poder.

 

A su regreso de Francia, esperemos que el presidente Peña tenga la suficiente sapiencia para que elimine de su gabinete al secretario de Comunicaciones y Transportes, Gerardo Ruíz Esparza, por el entorno turbio en el que se mueve. También espero que remueva a José Antonio Meade hacia Sedesol para que le ayude a detonar su popularidad; el secretario mejor evaluado del gabinete.

 

El 14 de julio Peña Nieto tendrá la mejor oportunidad de su sexenio para hacer crecer su músculo diplomático.

 

Lo veremos.