Para el madridista Alberto Lati

 

Llegó el momento en el que es imposible definir al arte transcontemporáneo. Así que aprovechemos la popularidad de los hacedores de ornamentos esteticistas para autodenominarnos artistas. Desde la séptima década del pasado siglo, protagonistas de telenovelas mexicanas lo hicieron. “Somos artistas y como tales, merecemos respeto pero sobre todo admiración y dinero; somos de otra clase”: una frase anónima que asimila el ego descontrolado.

 

Messi brilla

 

Bajo el ángulo riguroso de la estafa, podríamos ubicar la obra de Maurizio Cattelan, Stephanie, rematada por 2.4 millones de dólares el lunes 8 de noviembre de 2010 a las 18:43 horas en la galería neoyorquina Phillips de Pury. La obra fue un encargo del esposo de la musa-artista Stephanie Seymour, arquetipo de las modelos diseñadas por Victoria’s Secret y Sports Illustrated. Elaborada con cera, el rostro y busto desnudo de Stephanie fue formateado como si se tratara de una cabeza de venado que tanto gustan colgar los cazadores en sus casas (para encontrar los detalles recomiendo leer La supermodelo y la caja de brillo, de Don Thompson).

 

La industria del futbol también produce artistas, la mayoría de ellos estafadores. Gracias a PlayStation comprobamos que la única liga artística del planeta es la Champions. Llega el momento en que uno no sabe si los programadores virtuales de PlayStation copian las jugadas a Messi (pagando regalías) o Messi se la pasa jugando en las consolas de PlayStation para replicar las jugadas de fantasía.

 

Pero ojo, la Champions obsequia ornamentos móviles estéticos gracias a las genialidades de pocos. Cristiano Ronaldo es un gran atleta pero resulta ser un estafador en el reducido mundo del arte. Pocos dudan que la naturaleza estética de Ronaldo pertenece a los brindis de Paris Hilton e Irina Shayk. No será imposible ver un día una figura de Cristiano en cera rematado en Christie’s por 50 millones de dólares bajo la autoría de Jeff Koons o Damien Hirst; el primero experto en elaborar perritos con ornamento de globo inflado por payasito de Sanborns y el segundo por ahogar tiburones en formol.

 

Cristiano Ronaldo cree que compite contra Messi pero Messi no compite contra Cristiano. De ahí la farsa. “El fado de Cristiano” que podremos descargar de iTunes muy pronto.

 

Artista es Messi. El miércoles en el Camp Nou cometió un parricidio (subrayo, futbolero), y no se trató de cualquier crimen incomprensible. Un artista asesinó a otro artista. Dos semanas atrás Pep Guardiola acudía a donde sería el lugar del crimen en compañía de su padre para atestiguar el partido entre el Barcelona y el Manchester City. Tras una jugada (y no volveré a escribir que fue de fantasía porque terminaría siendo una muletilla) de Messi, Guardiola se llevó sus manos a la cabeza, en prevención de una desnucadura accidental.

 

El martes, Pep Guardiola sabía que lo que podría ocurrir un día después por lo que decidió adelantar un presentimiento: no se puede parar a Messi. Sus piernas son letales. La comisión de Naciones Unidas encargada de analizar el uso de armas letales las prohibiría. Y Pep estuvo ahí, en la catedral que lo ungió como artista del Barcelona: en el Camp Nou. No se arrugó al decir que no viajaba a Barcelona para recibir un homenaje, sino lo hacía para ganar.

 

Messi tangibilizó el parricidio deshuesando la cadera de Boateng y conjurando con las leyes de la física en contra del portero Neuer colocando un balón junto al poste de lo que parecía ser una portería que crecía de tamaño.

 

La historia está lista para que la novele Philip Kerr, autor de Mercado negro, donde un entrenador de un equipo de la Premier League se encarga de investigar la misteriosa muerte de un entrenador portugués.

 

Pero entre el Bayer y Barca del miércoles, ya sabemos quién fue el autor del parricidio.