Una traducción hiperrealista del informe sobre el estado de la nación de Barack Obama es a través de las series de televisión.

 

En la sexta temporada de Obama, salvando a la clase media, Rebekah y Ben logran vencer a las adversidades económicas. Durante la primera temporada supimos que Rebekah trabajaba como mesera y Ben en la industria de la construcción (la devorada por la Gran Depresión 2.0). Ahora, las cosas han cambiado radicalmente para la pareja.

 

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Obama nos revela que Ben llega todas las noches a casa para cenar junto a Rebekah y sus dos hijos. El segundo de éstos llegó al mundo cuando la situación económica familiar lograba escapar de las penumbras.

 

En efecto, en la sexta temporada renace la clase media. Rebekah y Ben tienen una vida un poco más holgada que la que vivieron durante las primeras temporadas.

 

Qué rápido pasa el tiempo. Se ha agotado el 15% del siglo XXI y en la memoria de los protagonistas permanecen dos hitos: la guerra fallida contra Irak y la Gran Depresión 2.0.

 

En la sexta temporada de Obama la política es sinónimo de malestar. Algo más, se convierte en enemigo. No es House of cards, es Obama, salvando a la clase media. Si el dinamismo actual de la economía ha sido el mejor durante la última década, es que las cosas van bien por lo que la política no debe de entrometerse. Lo que quiso decir Obama es un simple silogismo: “enemigos” es a “republicanos” lo que “política” es a “grilla” que trata de obstaculizar el camino de Obama. Así que no hay que amenazar al bienestar de Rebekah y Ben.

 

En efecto, la pareja está endeudada. Rebekah tuvo que recurrir a ayudas para financiarse cursos de capacitación que le proporcionaran flotadores durante la crisis. Por el momento Rebekah y Ben no pueden comprarse un coche del año ni vacacionar en Los Cabos pero si los republicanos no obstaculizan a Obama, muy pronto viajarán a La Habana.

 

En efecto, durante la sexta temporada podremos despejar la duda sobre el bloqueo comercial a la isla. En sus primeros capítulos pudimos atestiguar la ruptura de un paradigma: la guerra fría en el Caribe. Oxímoron terrible.

 

Son varias escenas emotivas que se observan en la serie. Una de ellas es la de Alan Gross levantándose de su asiento para dedicarle a Obama varios “Thank you” durante su informe. La catarsis conmueve a Rebekah y Ben, quienes se encuentran sentados junto a la esposa de Obama. Por si fuera poco, la emoción no termina con el regreso milagroso de Gross a Estados Unidos después de haber estado cinco años en las catacumbas de los hermanos Castro. No, Obama emociona a los Netflixvidentes al citar al papa Francisco: la diplomacia es un conjunto de pequeños pasos.

 

La pareja de enamorados podrá observar a través de Instagram al astronauta Scott Kelly que en cuestión de días emprenderá una misión espacial a Marte. Qué más puede pedir una pareja que se fortalece como clase media. Mucho más, y Obama estará ahí para ayudarles en el cuidado infantil recortando un impuesto de 3 mil dólares, aportará una licencia de trabajo por enfermedad a la pareja en caso de que sus hijos se enfermen. No, dice Obama, no es posible mantener a una familia con ingresos de 15 mil dólares al año (210 mil pesos; 17,500 mensuales).

 

Obama también protegerá a Rebekah y Ben de los yihadistas del Estado Islámico. ¿Recuerdan Homeland? Así que lo mismo en las calles de Pakistán o París, ahí estará Obama para protegerlos.

 

La última escena de la sexta temporada ocurre en una gasolinera a la que llegan Rebekah y Ben con coche nuevo. Sorpresa, la pareja ahorrará 750 dólares de gasolina anuales, algo así como 10,500 pesos gracias a que Estados Unidos vive una revolución energética.

 

Obama no es House of cards porque ha dejado de hacer campaña, nos dice. La política es sinónimo de maldad si a ella la encarnan los republicanos.

 

Fin de temporada.