Ayer, en su noticiero de televisión de El Financiero/Bloomberg, Carlos Mota preguntó desde su cuenta de Twitter lo siguiente: ¿Qué postura debe de tomar México frente a los conflictos geopolíticos que han surgido en el mundo? El sentido de las respuestas no sorprende viniendo de habitantes de un país etnocéntrico como México, donde la política exterior representa, para muchos, un desperdicio de recursos y, lo peor, un ejercicio sin sentido.

 

Así se lo planteó @rabagoal a @SoyCarlosMota: “postura? Tenemos mucho que arreglar al interior de nuestro país está que arde”. En el mismo sentido respondió el tuitero @efrain07048156: “el gobierno de México tiene de patas hacia arriba economía, seguridad, empleo como empezar por su casa”.

 

Es posible que durante el siglo pasado al rasgo etnocéntrico en la sociedad mexicana se le haya considerado como el privilegio con el que los ciudadanos revelaban su amor por el país, pero en el siglo XXI el etnocentrismo representa un rasgo cavernario o involucionista; una reacción que va en contra del fenómeno de la transcultura, es decir, de la asimilación global del conocimiento. La obsesión por el levantamiento de muros y militarización de las fronteras tiene un impacto, directo, contra el conocimiento. No existe mejor desincentivo para el conocimiento que las banderas.

 

La arquitectura mediática en México no está diseñada para que las políticas diplomáticas sean asimiladas por los ciudadanos con sentido crítico. Veamos un ejemplo. El pasado 17 de agosto el periódico Reforma publicó la siguiente cabeza: “Es titular de SRE viajero frecuente”.

 

El texto, firmado por Silvia Garduño, es muy interesante porque en él refleja los esfuerzos que el secretario José Antonio Meade está realizando para insertar a México en la primera línea de la diplomacia global. Al 17 de agosto, Meade realizó 58 giras internacionales en las que visitó 46 países. Lo interesante de los datos que recabó Silvia Garduño fue la diversificación de los viajes: 47.6% a América Latina y el Caribe; 20.2% a Europa; 15.4% a Estados Unidos y Canadá; 9.5% a Asia; 5.9% a Medio Oriente; y 1.1% a África.

 

gabi-meade

 

 

Afortunadamente, Meade ha roto la dependencia diplomática que tuvo México durante varias décadas. Sin embargo, el sentido de la cabeza periodística tiene un elevado componente semántico: ser “viajero frecuente” equivale a decir que existe cierta propensión del funcionario federal a “viajar con recursos públicos”. En otras palabras, que es un “derrochador”. Es probable que la reportera Silvia Garduño no haya sido la persona encargada de cabecear la nota. Pudo haber sido el editor de la sección. Pero el efecto de un buen texto entre los lectores lo rompieron las palabras “lúdicas”: “Es titular de SRE viajero frecuente”.

 

 

A las viejas varillas que utilizan los arquitectos mediáticos se suma la propensión de los políticos, de todos los partidos, por empujar la agenda de las reformas a una sociedad que no tiene los elementos técnicos para descifrar el entramado de cambios constitucionales en materia energética, hacendaria y en telecomunicaciones.

 

 

¿Por qué razón los dramaturgos de comunicación social de la presidencia no desean representar un storytelling en voz del presidente Peña? La respuesta es sencilla: la mayor parte de la sociedad piensa igual que @rabagoal y @efrain07048156. Con el epítome México sin mundo o con rumbo se puede exteriorizar el pensamiento de millones de mexicanos etnocéntricos, que piensan como algún día declaró López Obrador, “la mejor política exterior es la política interior”.

 

 

Por supuesto que la cancillería, encabezada por José Antonio Meade, debe de dar a conocer a la sociedad su postura sobre la masacre que están ocasionando los terroristas del Estado Islámico en su intento de instalar un califato en Irak y Siria; también el gobierno mexicano debe de revelar su postura respecto al embrollo que se vive en Ucrania donde en un día una mano detona un misil para derribar a un avión comercial y otro día una caravana humanitaria espera días enteros para obtener la autorización de ingreso a zonas conflictivas.

 

 

También sería oportuno que los tuiteros ingresaran a las cuentas de embajadas, consulados y de los representantes de México en el mundo para que conozcan algunos de los esfuerzos diplomáticos que se hacen todos los días. Al parecer, salir del país, aunque sea de forma virtual, no forma parte de la cultura mexicana.

 

 

Ya es tiempo de conocer un poco más sobre los yazidíes y menos del color de la nueva camiseta del Chicharito porque un México sin mundo es un país sin rumbo.