Bajo el contexto lúdico legado por Steve Jobs, el arte contemporáneo se ha masificado manifestándose a través de millones de rasgos; desde una lámpara de lectura hasta una caja de zapatos. Koons cobra millones de dólares por sus simpáticos perritos revestidos bajo la estética de globos mientras que Hirst estafa, en pujas londinenses, para colocar a precios exorbitados a sus tiburones ahogados en formol en casas de narcotraficantes o de nuevos ricos.

 

Pep Guardiola demostró que el futbol también es arte contemporáneo. Cada fin de semana organizaba referéndums globales respondidos por medio mundo a través del rating, también estético.

 

guardiola

 

Desde México a Hong Kong, pasando por Australia y los terrenos yihadistas, la diagonal de Messi, sorteando a N+1 rivales, es aplaudida. Su esfuerzo, el de Guardiola, le alcanzó a Vicente del Bosque para ganar un Mundial. Su antagonista, Mourinho, hacía hasta lo imposible para boicotearlo. Y es que el actual entrenador del Chelsea cree en el arte de la destrucción, no en el de la armonía lúdica que se encarga de mutar atmósferas de videojuegos en terrenos de la realidad.

 

El domingo en el Camp Nou hubo más de 800 periodistas acreditados, con 35 enviados especiales de distintos países, representando a 164 medios de comunicación. Frente a las pantallas lúdicas, 400 millones de personas observaron el gol del killer uruguayo, Luis Suárez. Por primera ocasión, desde el aire, un avión logró la conexión del clásico que ya no es español, sino global. Un grupo de cataríes celebró los goles del clásico detonando, supongo, bolsas de aire para amortiguar las emociones.

 

El Barcelona y el Real Madrid muestran lo que puede llegar a ser el arte (en una época en la que existe más arte que personas sensibles al arte) o, si se prefiere, el arte animado a través de una especie de videojuego presencial. ¿Acaso alguien duda de que las diagonales de Messi formen parte de un algoritmo determinista?

 

Garrincha también utilizaba un algoritmo para recortar rivales: frenar, fintar y dejar enterrado al rival. Con Messi sucede algo similar: con escalones en su mente va dejando a rivales sobre el suelo en lo que, desde la Luna, se puede descifrar que se trata de una diagonal.

 

Barcelona ha dejado atrás a la marca España porque en la Europa comunitaria un portugués no es considerado extranjero y un argentino es considerado catalán. Los pasaportes han ingresado al siquiátrico por obsesiones etnocéntricas. Ahora los pasaportes los expide el FC Barcelona. (El Real Madrid también es global pero se trata de un equipo tropicalizado gracias a la dictadura de Franco; ni modo, infancia es destino y ahora tienen que pagar los beneficios que el dictador les otorgó.)

 

Para elaborar los calendarios de la Liga BBVA se requiere dominar las variaciones de los husos horarios porque China consume futbol a una hora distinta a la que los catalanes degustan patatas bravas con alioli.

 

Pero más allá de la globalización, nos queda la poesía lúdica en 6D de Luis Suárez.

 

Ese gol sólo podría ocurrir en las consolas de PlayStation, y sin embargo se manifestó en el Camp Nou. Alterar la realidad para forzar la producción de estética es un obsequio de los artistas. Suárez alteró la realidad de un partido que no era dominado por el Barcelona para hacer del gol el táctico que en alguna ocasión nos reveló Fernando Marcos. Suárez es un killer porque con su gol se deshizo de once colosos. Pero insisto, si introducimos su jugada a una consola de PlayStation, resulta improbable bajar el balón con la técnica que aplicó.

 

Suárez no es Hirst pero su jugada podría ser expuesta en Christie’s, y sin necesidad de fraude, cualquier petro-peatón de Catar ofrecería miles de millones de dólares para inmortalizarse en el interior de PlayStation.