La pregunta que los griegos contestarán con un sí o no el próximo domingo es la siguiente:

 

“¿Debe ser aceptado el plan de acuerdo entregado por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional en la reunión del Eurogrupo del 25 de junio de 2015, y que consta de dos partes que constituyen una propuesta unitaria? El primer documento se titula: “Reformas para completar el actual programa y más allá”; el segundo, “Análisis preliminar de la deuda”

 

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La construcción de una pregunta de referéndum no debe de generar sombra de duda; la que formuló el primer ministro griego genera una nube de dudas. Sin contar con el conocimiento técnico de las negociaciones entre la troika y el gobierno griego, es imposible responder la pregunta. Algo más, los economistas podrán interpretar sin dificultad las variables que conforman las reformas propuestas por la troika, sin embargo, los abogados o filósofos acudirán a las urnas ayudados por los conceptos predefinidos por etiquetas. Ahora bien, si los economistas tienen maestría o doctorado rebasarán la comprensión, probablemente, de la estructura semántica y cuantitativa de la propuesta que hizo Grecia. Problemas los tendrán los peatones que desconocen la economía y las intenciones políticas de las dos partes.

 

En efecto, si el objetivo es incendiar el mal humor de los griegos sólo basta con etiquetar la pregunta: FMI es algo más que una marca. La sola mención de “Fondo Monetario Internacional” es un concepto predefinido y por lo tanto no es necesario contextualizarlo.

 

Algo más, en la boleta en la que aparece la pregunta, se presenta a lado las dos opciones, pero en la parte superior aparece el No y en la inferior el Sí.

 

Sabemos que el populismo conlleva burla entre la población que lo vota. Y con Syriza de Tsipras se confirma.

 

Entre el sábado pasado y ayer hemos visto tres versiones del primer ministro griego, Alex Tsipras. Al día de hoy ya no es posible acertar con la auténtica personalidad. Lo único seguro es que su inexperiencia política aflora en los momentos más críticos de la crisis de su país.

 

Tsipras I el que decidió colocarse detrás de la sociedad convocando el referéndum (sábado).

 

Tsipras II el personaje que pidió un tercer préstamo sólo para aletargar dos años la salida de emergencia del segundo préstamo.

 

Tsipras III el de los consensos al ofrecerle a sus acreedores (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional) concesiones especiales.

 

Las variacines de identidad en un político responden a las infinitas demandas sociales; pero cuando es la inseguridad la que provoca sus cambios, tenemos frente a nosotros a un pobre político.

 

Como entorno de los tres Tsipras, el corralito. El deseo de congelar el tiempo para evitar la fuga de capitales. Y frente a los tres Tsipras una sola Merkel.

 

Si Yorgos Papandréu cavó su tumba el día en el que convocó un referéndum similar al que acudirán los griegos este domingo (lo hizo en 2011), entonces Tsipras no tiene pretexto de justificar su programada salida del gobierno. O, si se prefiere, si en enero pasado conocía el guion que iba a interpretar, con qué objetivo se postuló como candidato de Syriza. ¿Pensó que con 38% de los votos y una coalición parlamentaria iba a provocar el apoyo masivo a su temario en la negociación con la troika? ¿Pensó que con 2% del comercio griego en la Unión Europea iba a tener los activos suficientes para doblegar a entes supranacionales?

 

Papandréu sintió la fuerza de los entes supranacionales el primer minuto posterior a la convocatoria del referéndum. Tsipras era opositor. Hoy, Papandréu es opositor y el domingo votará Sí a la negociación con la troika. Papandréu reculó y desactivó el referéndum para durar unas pocas horas más al frente del gobierno. La troika lo reventó.

 

Así le sucederá a Tsipras independientemente de los resultados que arroje el referéndum. Él sabe que una victoria del Sí le permitirá quedarse no más de una semana en el gobierno. Si la victoria se la lleva el No, entonces se quedará solo frente al mando de un avión sin combustóleo.