Edward Snowden nos dio pistas de ella. De la transición del espionaje. Su ornamento es lúdico. Tan cool como un like en Facebook o banal como un tuit. Datos, claves y contenidos en manos de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) obtenidos por la aspiradora denominada Prism. Un tipo de espionaje distinto al de la Guerra Fría: crudo.

 

Diciembre de 2014 será recordado como el mes de la transición oficial del espionaje. Mientras que Estados Unidos y Cuba liberaban espías para cumplir con el pacto que ambos negociaron en Canadá, la empresa Sony cedía frente a la temible amenaza cibernética por un ente indeterminado (aunque desde Washington señalan a hackers contratados por el gobierno norcoreano) al anunciar que no estrenará una película. La amenaza fue demasiado clara para no comprenderla: los cines que estrenen el próximo 25 de diciembre la película The Interview, parodia con la que James Franco y Seth Rogen recrean vida y muerte del presidente (actual) de Corea del Norte, Kim Jong-un, vivirán su 11 de septiembre remasterizado.

 

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Esta última palabra se la agrego porque no es tan fácil imaginar qué pasaría en 200 o 500 salas de manera simultánea en las funciones inaugurales. Al parecer, la agresión política a través de la ficción cala en el orgullo de los agredidos mucho más que una frase destructiva de un rival, o si se prefiere, el fenómeno transcultural no ha llegado a Corea del Norte. Inclusive, un tercer escenario sería que el propio Kim Jong-un desconoce las bases de la diplomacia cool. Pocos gajos de la demografía global conocen a Kim Jong-un. Es más, en una encuesta, el ejercicio de revelar el nombre del presidente norcoreano resultaría un ejercicio complejo de resolver. Una parodia chafa de Hollywood le da la oportunidad a Kim Jong-un de viajar a través de la publicidad viral pero el mandatario, al parecer, no quiere saber nada de la película blockbuster, es decir, un churro.

 

Sony, la productora de The Interview, no sólo ha recibido amenazas cibernéticas, tan comunes desde el nacimiento de Twitter y Facebook que se disipan en la cotidianidad, también ha recibido virus destructores o roba-claves. Empleados, directivos y actores han encendido sus computadoras y teléfonos celulares para percatarse de sucesos anómalos. Una mano detrás de la pantalla edita sus contenidos.

 

Nunca antes una película catalogada como blockbuster había sufrido una especie de ataque promotor de autocensura. The Wall Street Journal reveló al inicio de diciembre que entre los archivos robados se encuentran los números de seguridad social de 47 mil empleados y ex empleados, incluyendo los de las estrellas Sylvester Stallone, Rebel Wilson y Judd Apatow.

 

El ataque de un dron cibernético se llevó documentos donde se encuentra información personal, salarios y direcciones de las personas que trabajaron o han trabajado en Sony Pictures desde el 2000 a la fecha. Los militares cibernéticos se autodenominan Guardians of peace y reconocen que su primer golpe lo dieron el 24 de noviembre.

 

Mientras que la sociedad global celebraba la excarcelación e intercambio de espías (tangibles por ser humanos) entre Cuba y Estados Unidos, el alcance del espionaje cibernético nos daba una pequeña prueba: robar y amenazar; editar y atacar. Sony Pictures se intimidó y el grupo de Guardians of peace celebraba el final de su misión.

 

Los agoreros de las guerras cibernéticas tenían razón. A la Guerra Fría la sustituirá la guerra WiFi.