Las ruedas de observación, como la Gran Rueda que se instalará en “La Hondonada”, al lado del Auditorio Nacional, tienen el objetivo de presentar una ciudad a sus visitantes. Son un gran atractivo, sin duda, y al final se integran a la postal de la ciudad. Contar con una rueda de la fortuna de 60 metros forma parte de la promoción de un destino turístico internacional, por un lado; además que su tarifa ayuda a elevar la derrama económica de cada visitante que recibe la ciudad.

 

Uno esperaría que esta rueda de la fortuna fuera parte de la estrategia de la Secretaría de Turismo de la Ciudad de México y que su mayor promotor y defensor fuera su titular, Miguel Torruco, pero no, el proyecto se detona en la Secretaría de Medio Ambiente, más por su ubicación, el Bosque de Chapultepec, que por su vocación y es allí donde pierde fortuna y la rueda se transforma en ruleta.

 

La ubicación propuesta inicialmente, el estacionamiento del Museo de Arte Moderno, contaba con una ubicación inmejorable en términos de observación, pero polémica en términos de preservación y, como ha sido una constante en el gobierno de Miguel Ángel Mancera, el planteamiento era incompleto, sin los permisos necesarios y sin la intervención al entorno.

 

Tal como he dicho, la rueda no forma parte de la estrategia de promoción de la ciudad, forma parte de la costumbre de recibir unos cuantos pesos por permisos administrativos en los que el particular obtiene ganancias millonarias. Esto nos dice que el enfoque con el que se está planteando esta atracción sea inadecuado: el cliente de esta rueda no busca entretenimiento, busca mirar la ciudad. La rueda no es un sustituto perfecto de un carrusel de feria sino una perspectiva de la ciudad moderna que ya no puede mostrar el mirador de la Torre Latino.

 

La Ciudad de México se está convirtiendo en un destino internacional muy fuerte y posee grandes atractivos para sus visitantes nacionales e internacionales, pero de pronto pareciera que carece de la estrategia necesaria para obtener de ellos más noches de hotel y más derrama por cada día de estancia.

 

Si esta rueda es defendible es sólo por su rol en la promoción de la ciudad y no por una “contraprestación” a un permiso administrativo para que un particular haga un negocio en un terreno residual del Bosque de Chapultepec.

 

Hay voces que insisten en colocar la rueda de la fortuna en la segunda sección de Chapultepec, para que el pago del permisionario se aplique a mejoras en esta zona. El enfoque sería erróneo, la rueda de observación debe estar en contacto con los espacios que regularmente visitan los turistas de la ciudad y refuerza mi pregunta ¿Por qué la promotora de este proyecto es Tanya Müller y no Miguel Torruco?

 

La pregunta no tiene respuesta, pero lo que es un hecho es que en el Gobierno de la Ciudad de México las atribuciones están cruzadas. Todos quieren hacer espacio público, bicicletas, movilidad, combate a la pobreza, etc., pero al final las acciones carecen de hilo conductor.  Son sólo acciones de gobierno que operan como ruleta rusa: de seguir haciendo así las cosas lo único que está garantizado es el balazo en la sien.