Ayer fueron socios pero hoy son rivales. No desean cohabitar. Hoy, el presidente español no lo parece cuando con Cataluña tendría que negociar. No lo hace. Ayer, el presidente catalán seguía los lineamientos de su mentor Jordi Pujol (presidente de Cataluña por 23 años; entre 1980 y 2003), pero ahora mutó en un ferviente partidario de la independencia de Cataluña.

 

Parecen muchos pero en realidad son pocos los años en los que José María Aznar lograba acuerdos de gobierno con Convergència i Unió (CiU), en abril de 1996. Imposible de olvidar la confesión más polémica de su vida política: “Hablo catalán en la intimidad”. Pocos le creyeron. Fueron más quienes lo calificaron de cínico. Aznar quería ser presidente pero los números (para obtener la mayoría de escaños en el Congreso) no le ayudaban. Fue Pujol quien convirtió a Aznar en presidente, y paradójicamente, hoy es el PP de Mariano Rajoy quien podría darle un empujón a Artur Mas (de CiU), presidente catalán, hacia el fin de su carrera política.

 

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En la otra cara de la moneda del “hablo catalán en la intimidad”, un grito de guerra lanzado por nacionalistas españoles contra el entonces presidente catalán: “Pujol, enano, habla castellano”.

 

Al siglo XXI le comienzan a salir rasgos del XIX y principios del XX. Frente a la revolución de la tecnología, al parecer, todos somos prehistóricos. ¿Cómo es posible que en un país como Siria, de 23 millones de habitantes, la mitad de ellos se encuentre refugiado en otro país (4.5 millones) o desplazado de su hogar de origen (ocho millones) y que Naciones Unidas no haga absolutamente nada? ¿O qué decir de la instalación de un califato que utiliza las redes sociales para su promoción? ¿En plena evolución de la globalización puede existir la obsesión por recargar soberanías, como lo intenta hacer Cataluña?

 

De poco sirve hacer números para ver el costo /beneficio de la independencia de Cataluña; una parte importante de catalanes antepone su hartazgo en contra de Mariano Rajoy a lo que sucedería el día después de las elecciones. En el balance pro independentista no existen razones sino emociones, que, sin lugar a cuestionamiento alguno, terminan por ser convincentes.

 

Faltan nueve días para las elecciones plebiscitarias (Mas) o Parlamentarias (Rajoy) en Cataluña y España se ha convertido en la casa de los sustos.

 

Los nacionalistas españoles presionan a Rajoy para que suspenda las garantías de la autonomía catalana: Artur Mas, a la cárcel por sedicioso. Sus llamados al referéndum se convierten en actos de insurrección, aseguran los ultras del PP y sus seguidores, muchos de ellos en periódicos como ABC, El Mundo, La Razón. El susto de la semana es asegurar que Cataluña tendría que abandonar la Unión Europea en caso de que se independice. Un susto mayor o cardiaco diría yo, debido a la desconexión comercial que emerge de tal escenario.

 

Los nacionalistas catalanes se comparan con Suecia, Dinamarca o Noruega. Insisten que su PIB será como la Europa nórdica y que no saldrán de la Unión Europea porque simplemente no lo contempla la Constitución Europea. No quieren recordar que su estructura comercial está hecha bajo las características del mercado español antes que de otra región. Bajo el ángulo fiscal compactan sus razones con un: “nos roban”. Eufemismo que esconde rasgos de insolidaridad con autonomías como la andaluza, cuyo PIB per cápita está en la categoría inferior de España.
Más allá de los resultados de la elección, la relación cultural permanecerá desgastada.

 

Conforme se acerque el día 27 veremos las peores reacciones de los nacionalistas. Auténtica casa de los sustos porque son ellos los intentarán convencer al 25% de los catalanes que no han decidido su voto.