El espionaje se ha convertido en un juego y la ludopatía en una enfermedad tan común como la gripe. Se trata del silogismo-metáfora Apple. No vale la pena convertir al algoritmo de seguridad en un atributo publicitario bajo una atmósfera donde el espionaje no enoja, emociona gratamente. De ahí que a Apple no le interese publicitar a sus nuevos productos como artilugios anti NSA.

 

No hay teoría de la comunicación que logre descifrar el comportamiento anómalo de los que conforman la oclocracia digital. Diez millones de teléfonos de Apple, en sus versiones anti espionaje 6 y 6 plus, desaparecieron de los anaqueles estadunidenses en cuestión de segundos. Aunque previsible, es noticia; aunque aburrida, a millones entusiasma: ver a los afortunados que elevan el teléfono como si de una medalla olímpica se tratara transfiere una felicidad intraducible.

 

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Dos semanas antes, una tribu encabezada por Jennifer Lawrence anunciaba un saqueo masivo de selfies. Auto observarse es importante en nuestro mundo post orwelliano: “Conócete a ti mismo” fue inscrito en el pronaos del templo de Apolo en Delfos. Lawrence simplemente hizo caso a la sabiduría griega.

 

Por más que Edward Snowden se convirtió en un antihéroe estadunidense, al mejor estilo de Walter White en Breaking Bad, los fans tecnológicos se resisten a ubicar entre sus prioridades operativas al espionaje-a-la-mano-de-su-teléfono. Y lo sabemos. La ludopatía será la principal enfermedad del siglo XXI, pero qué mejor morir sosteniendo el Apple Plus con la mano, o si se prefiere, qué mejor morir estando feliz.

 

Tim Cook escribió una carta sin el ánimo de publicitarla: A diferencia de nuestros competidores, Apple no va a pasar por encima de tu contraseña y, en consecuencia, no puede acceder a esos datos. Técnicamente, ya no podremos asumir las peticiones del Gobierno para capturar datos de aparatos que estén en posesión, siempre que tengan instalado iOS8” (The New York Times, 25 de septiembre). Lo que nos quiso decir Cook es que la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) no podrá detonar el big data.

 

Pero, repito, la buena nueva de Cook se dio a conocer en voz baja. Fue lo mejor. De lo contrario, en pocos días tendría que salir ante los medios para justificar el espionaje a través de un nuevo y poderoso software de la NSA: un dron de la NSA sí puede detonar el big data, nos dirá. Lo sentimos mucho. Cualquier ciudadano que desee regresar el producto lo podrá hacer sin mayor problema, sin reembolso y en un punto de venta, quizá en Manhattan.

 

En efecto, el silogismo se reinventa. Si los ansiolíticos desconectaban al ser humano de su realidad abrumante, las Apps lo conectan a una especie de feria inacabable. De poco sirve que Snowden insista. No le hagan caso. Es un personaje deprimido y enojado con la vida.

 

Las lecciones de Amazon

 

Jeff Bezos propaga una versión de la ludopatía; la intangibilidad también es una enfermedad para los nostálgicos de lo tangible. Paradoja o no, el Washington Post alecciona al periódico neoyorkino de referencia. Arthur Sulazberger, su dueño, da a conocer que retirarán a 100 empleados del mundo tangible para fortalecer su apuesta por el intangible. En una carta, como Cook, aunque con el ánimo de propagarla a todo el planeta, escribió: “Los recortes de plantilla son necesarios para controlar los costos y que nos permita seguir invirtiendo en nuestro futuro digital”.

 

En sus palabras subyace la idea del incremento de los costos operativos. En efecto, la productividad no puede mantenerse y mucho menos incrementarse si los hábitos demográficos expulsan al papel periódico todos los días. Sulazberger sabe que los estudiantes universitarios nunca comprarán el periódico. La realidad es que Sulazberger tiene un plan estratégico en el que la edición de papel desaparecerá en el 2017. A los universitarios, se les unirán los menores de 55 años.

 

Dean Baquet, el director de The New York Times les dijo a los trabajadores que aprovechará el momento para redefinir el concepto del periódico. Es decir, analizará qué secciones tendrán que dejar de existir porque no agregan valor a los lectores.

 

Para ahorrarnos adjetivos nostálgicos lo mejor es observar la respuesta de los mercados financieros: The New York Times Company subió más del 8% en la Bolsa de Nueva York, atrás, durante el 2014 las acciones han caído más de un 23%.

 

La verdad es que Cook y Sulazberger actuaron simulando sorpresa. La NSA continuará ejercitando el big data y The New York Times terminará por despedir a los héroes del siglo pasado. Ya no caben en el XXI.