La retórica también es el arte de la simulación.

 

El 3 de septiembre de 2013 el gobierno mexicano envió una nota diplomática al gobierno de Estados Unidos en la que le solicitaba una explicación por el supuesto espionaje realizado por la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) al entonces candidato presidencial Enrique Peña Nieto. Se trataba de un paquete de 85 mil 500 mensajes interceptados por la NSA al candidato priista, junto a nueve colaboradores.

 

egipto

 

Algo más, el gobierno citó al embajador Anthony Wayne para transmitirle la inconformidad y le solicitó una investigación “exhaustiva y que, en su caso, deslinde las responsabilidades”. La palabra “enérgico” la introdujo al calificar el “extrañamiento y exigir la realización de una investigación (…)”.

 

Un mes y medio después, el 22 de octubre, el gobierno mexicano señaló que “no queremos una explicación, queremos una investigación”. Dando un paso al frente, el gobierno se ufanó al decir: “México es el único gobierno que ha exigido y al que se le ha sido comprometida una investigación” (Excélsior, 22 de octubre).

 

Hoy es 17 de septiembre de 2015 y no hay resultados de la investigación.

 

El 6 de noviembre de 2013, el general venezolano Vladimir Padrino publicó en su cuenta de Twitter una fotografía de un avión entre destruido y color cenizo. Fiel a la costumbre del gobierno de Nicolás Maduro, no dijo nada sobre la tripulación. Únicamente subrayó que había violado la soberanía venezolana. El secretario de Gobernación, Miguel Osorio Chong sólo comentó que a los pilotos les solicitaron descender y México pidió “con prontitud” una explicación de lo ocurrido.

 

El sábado 9 de noviembre de ese año Nicolás Maduro dio un manotazo al caso al asegurar que la avioneta estaba llena de cocaína: “Estamos protegiendo con los Sukhoi (aviones caza) y F-16 del narcotráfico los cielos venezolanos, ya se acabó la guachafita (falta de seriedad), no vamos a aceptar que sigan utilizando el espacio aéreo de Venezuela para el narcotráfico (…) Ya le dije al canciller (Elías Jaua) que le diera todas las explicaciones (a México), pero que tratáramos que el presidente mexicano supiera que estaban abogando por un avión que estaba full de cocaína” (Animal Político, noviembre 10 de 2013).

 

Al día de hoy, 17 de septiembre de 2015, el gobierno de Nicolás Maduro no ha informado qué sucedió con Carlos Alfredo Chávez Padilla, Mauricio Pérez Rodríguez e Isaac Pérez Dubon, los tres pasajeros que realizaban el vuelo de Antillas Holandesas a La Ceiba, Honduras. El deseo de “con prontitud” ya se extendió casi dos años.

 

Después del ataque de un helicóptero Apache perteneciente al régimen egipcio de Al-Sisi, en el que murieron ocho mexicanos, la canciller Ruiz Massieu pidió “una investigación exhaustiva, a fondo y expedita”.

 

Utilizando un lenguaje explícito, la respuesta se la dio rápidamente el ministro de Exteriores egipcio, Sameh Shoukry: “La guerra contra México ha causado la muerte de decenas de miles de personas inocentes, una gran parte de ellas agentes del orden (…) Grupos del crimen organizado han asesinado sin piedad a figuras políticas y funcionarios estatales”.

 

Al buen entendedor, informe entregado.

 

Para el golpista Abdelfatah Al-Sisi el ataque erróneo es simplemente un acto colateral de la doble guerra que sostiene contra la Hermandad Musulmana y el Estado Islámico. En México, el gobierno del presidente Peña detonó por tercera ocasión el llamado a una investigación “expedita” (lenguaje que suele utilizar Carlos de Icaza, subsecretario de Relaciones Exteriores).

 

Lo mejor será convencernos de que Al-Sisi entregará un documento a México para confirmar que, efectivamente, se trató de un error pero provocado por el guía de turistas al invadir terreno apache. “Lo lamentamos y ustedes disculpen”.

 

A eso fue a El Cairo la secretaria de Relaciones Exteriores; teniendo a un embajador experto como Jorge Álvarez. Pero la sobreactuación tiene impacto en nuestra diplomacia de apapachos. Ahora, Ruiz Massieu tendrá que viajar a cualquier lugar del mundo donde un mexicano muera por ataque, lo mismo de cuchillo que de helicóptero apache.