Las series de televisión se han convertido en una especie de consultorio de reflexión global, o si se prefiere, en una cirugía moral frente a pantallas abiertas al mundo.

 

El planteamiento moral en Breaking Bad se desdobla en cada una de las escenas en las que aparece Walter White, el modélico profesor de química cuyo andar por la vida siempre se topa por caminos que se bifurcan, entre la desesperación o la resignación. Afortunadamente, gracias al creador de la serie, Vince Gilligan, White siempre elige el camino de la desesperación. Un dilema de amor frente a la muerte y la pobreza familiar.

 

Otro de los fenómenos es Homeland, auténtico doble plagio: de vida y tiempo reales. Sus matices son mucho más estéticos que los que presentan CNN o FOX en sus informativos sobre la yihad global; la narrativa de Homeland es pedagógica, auténtico storytelling que supera a la de los mejores periodistas.

 

La conversión al Islam medieval del ciudadano londinense que decapitó al periodista estadunidense James Foley, la semana pasada, ya lo había abordado con matices de sobra la brillante investigadora de la CIA Carrie Mathison en Homeland.

 

homeland_tercera_temporada_declive_20131105

 

Poco se sabía del Estado Islámico (EI) hasta que los yihadistas le avisaron al mundo que su intención es crear un califato a caballo en Irak y Siria; sobre los yazidíes tampoco se sabía mucho hasta que los yihadistas medievales revelaron que la intención de la mencionada etnia es lanzar oraciones a Satanás: “Justificable” razón para que los miembros del EI muestren al mundo, a través de redes sociales, que su catálogo del terror lo incluye: decapitaciones, crucifixiones y venta de mujeres en plazas públicas, entre otros servicios. Las ideas ya las tienen Howard Gordon y Alex Gansa, los creadores de Homeland. Ahora, Carrie Mathison podrá explicarle a medio mundo quiénes son los integrantes del Estado Islámico.

 

¿Cuántas historias tipo Breaking Bad suceden en el mexicano estado Michoacán? La enorme cantidad de incentivos económicos disipa todo los obstáculos con ornamento moral. No hay bajos incentivos en atmósferas dominadas por la pobreza. El profesor de primaria que gana dos mil pesos mensuales se regodea por recoger billetes que lanza un helicóptero desde los aires. Abajo, miles de Walter White elevan los brazos.

 

Si en las redes sociales se asimilan las atmósferas de los mejores videojuegos, en las series de televisión penetran historias reales consiguiendo un efecto hiperrealista.

 

Las series de televisión hacen las veces de fantasías de la realidad. Revelan lo que los gobiernos no desean revelar. Así nació WikiLeaks y así lo informó Edward Snowden, el mejor narrador de ciencia ficción del siglo XXI; la ficción ya no es ciencia en nuestros días. Obama no esconde su gusto por House of Cards aunque no ha celebrado una cumbre con Frank Underwood. Quizá porque se trate de un demócrata incómodo. Un tipo como Arnaud Montebourg, el ministro de Economía en el gobierno francés que orquestó una insurrección en contra del presidente Hollande. Underwood cuenta con la inteligencia para convertirse en un dolor más de cabeza para Barack Obama.

 

Tal vez ésta sea la causa por la que la infalible censura china le abrió las puertas a House of cards; no es mala idea que los chinos conozcan las formas de “negociación” de Frank. Es probable que expertos en comunicación le recomendaran al presidente Xi Jinping la difusión de la serie.

 

Quien no resultó un experto en comunicación es el director del Fondo de Cultura Económica (FCE), José Carreño. Es probable que no haya visto Mad Men. Don Draper es maestro de la persuasión. Reconoce a distancia la frontera entre manipulación y persuasión; sabe que la publicidad es quien las divide. A Draper no se le hubiera ocurrido utilizar la marca del FCE para hablar de las reformas del presidente Peña.

 

Alejandra Sota sabe que el discurso omnipresente sobre la lucha contra el narcotráfico en voz del presidente Calderón agotó su imagen. Cuando el mandatario inauguraba un hospital, forzaba en su discurso la narrativa bélica del narco; también lo hacía cuando inauguraba escuelas, y un largo etcétera.

 

Si bien es cierto que Don Draper no le recomendaría al director del FCE empotrar la narrativa de las reformas en el cine Lido de la librería Rosario Castellanos, sí le recriminaría la reacción virulenta que tuvo con Héctor de Mauleón y le diría que la carta que escribió a Jesús Silva Herzog-Márquez. a través de Reforma, la hizo en un momento de enojo.

 

En fin, Homeland y Breaking Bad son únicamente dos plagios de la realidad de los muchos que existen.