Felipe González regresa a la primera página de El País para intentar movilizar opiniones y votos a favor de lo que hoy defiende el presidente español Mariano Rajoy, pero, por razones insospechadas, ha apostado por utilizar argumentos chovinistas antes que lúcidos o lo que es lo mismo, evitar el debate: no a la “desconexión” catalana de España.

 

Felipe González justifica su presencia en el debate como un ciudadano y no como ex presidente que tiene casi 20 años fuera de La Moncloa. González falla su diagnóstico al colocar un ornamento estilístico a su texto con forma de “legalidad”, cuando sabemos que el problema de Cataluña es político y no legal.

 

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“(…) me dirijo a los ciudadanos de Cataluña para que no se dejen arrastrar a una aventura ilegal e irresponsable que pone en peligro la convivencia entre los catalanes y entre estos y los demás españoles” (El País, 30 de agosto), escribe González para intentar convencer a los catalanes de que lo mejor es que no voten por la lista política-ciudadana en la que se alcanza a observar con claridad la mano de Artur Mas, actual presidente de Cataluña.

 

Ya estamos en septiembre y la cuenta regresiva se ubica en 27 días para las elecciones que romperán por primera ocasión en la historia de Cataluña el paradigma que subyace en un evento electoral de tal naturaleza: elegir la nueva composición del Congreso, y por ende, a un presidente. Hoy, en la naturaleza del ejercicio de renovar al Congreso catalán subyace el ánimo plebiscitario: Nos vamos o nos desconectamos de España. No se trata de una batalla entre dos ideologías políticas. Se trata de una batalla entre dos nacionalismos.

 

Ojo, la palabra “independencia” no la menciona Artur Mas, ha subrayado que lo que se juegan por el desprecio recibido por el presidente Rajoy es la “desconexión”. Palabra clave en el siglo XXI entre los WiFi y las aplicaciones; entre los smartphones y las tabletas.

 

Reto para los catalanes el descifrar el destino final de la lista que bien podría encabezar Luis Buñuel: verdes, comunistas, empresarios, neoliberales, Pep Guardiola y algún cantante de los setenta del siglo pasado. Lo que ha intentado elaborar Artur Mas es una narrativa en la que los otros, es decir, los nacionalistas españoles, se componen de toros, Mariano Rajoy, paella, tablados andaluces, Albert Rivera, el Real Madrid y, ahora, Felipe González.

 

Falla González al escribir que al separarse Cataluña “desconectarían del resto de España, rompiendo la Constitución, y por ello el Estatuto que garantiza el autogobierno, y la convivencia secular en este espacio público que compartimos”. Y falla por inocencia. Rajoy no ha cumplido sus obligaciones presidenciales. Ha desatendido por casi cuatro años la relación con la autonomía catalana. Es decir, el problema es la causa que motivó a Artur Mas a articular la narrativa de la desconexión, y no es otro escenario que el de Rajoy, un nacionalista que se ha equivocado en ponderar la aportación económica de Cataluña dentro de España, es decir, del 20% del PIB.

 

Felipe González se equivoca al analizar lo que ocurrirá el 27 de septiembre porque pasa por alto los tres años de Rajoy.

 

Desde Cataluña, la reforma del Estatuto pasó por todos los peajes legales: desde el referéndum ciudadano, pasando por la aprobación del Congreso catalán y el Parlamento español. Ese Estatuto estaba muy lejos de la desconexión. Y fue Rajoy quien salió a las calles para pedir el voto de inconstitucionalidad. A Rajoy le molestaba que en el preámbulo del Estatuto apareciera la palabra “nación”. Entorno vacío por ser preámbulo.

 

Ahora el escenario ha cambiado, y mucho. Tanto, que Rajoy le ha pedido al periódico de Juan Luis Cebrián que le ayude. Y claro, Felipe González no podía fallar.