La juventud hace pedazos la estela conservadora; cohortes disruptivas que modifican el mapa demográfico de las naciones.

 

Hubo una época en la que Gran Bretaña era el centro de atracción de exiliados judíos españoles y portugueses; de esclavos africanos y marineros musulmanes de Yemen. A Londres llegaban miles de personas procedentes de Malasia, Somalia y por supuesto, obreros irlandeses.

 

9_AP_Britain Election_Sald

 

Hoy Gran Bretaña se encuentra muy lejos de Isabel I, quien intentó trasladar a la Península Ibérica a residentes negros de Londres; lejos de las batallas entre protestantes hugonotes frente a católicos, y también lejos del odio hacia judíos y chinos a principios de siglo pasado. La frase de Margaret Thatcher relacionada a los inmigrantes que “inundaban” la isla puede resultar un despropósito a pesar de que David Cameron la haya reciclado a su modo: muchos europeos, dijo el actual premier, realizan “turismo social” a la isla aprovechando la libre circulación que permiten e incentivan las instituciones europeas. Ahora, los brazos del Estado Islámico alcanzan abrazar a la isla. Británicos que asesinan a británicos a nombre de Alá.

 

En 1997, tras casi 20 años de gobiernos conservadores, llegaría al poder un personaje que proyectaría un profundo cambio cultural en la demografía británica: Tony Blair. Si su plataforma política fue la Tercera Vía, la cultural sería su visión juvenil, moderna y cómoda con la diversidad y los cambios.

 

Ben Gidley, investigador en el Centre on Migration, Policy & Society del Economic & Social Research Council sostiene que una de las primeras acciones de Blair fue relativa a la política multicultural. Blair ordenó la apertura de una investigación sobre el comportamiento de la policía en el caso del asesinato del joven negro Stephen Lawrence, ocurrida dos años antes de ascender al gobierno. Los resultados revelaron la magnitud del racismo institucional en el seno de Gran Bretaña.

 

4_Britain Election_Sald (3)

 

Los atentados en Nueva York y Washington en 2001, y en Londres hacia 2005, pusieron en entredicho los beneficios de la era posnacional en cuyo mapa demográfico idílico se observaría una comunidad de comunidades. Sabemos que el miedo produce una metamorfosis en la retórica de los políticos.

 

Del declive bipartidista (conservadores y laboristas) varios partidos temáticos han ganado adeptos. Uno de ellos es el Partido de la Independencia de Reino Unido (UKIP); su venta de esperanza la verbaliza contra los inmigrantes y las instituciones europeas. El año pasado, su líder, Nigel Farage, puso boca abajo al bipartidismo al ganar las elecciones europeas. Nunca en la historia de competencia entre conservadores y laboristas había ocurrido.

 

Hoy, Ed Miliband, la esperanza laborista, llega a las elecciones empatado con su rival David Cameron. Los últimos números que presentó la encuesta realizada por The Guardian/ICM ubican en 35% la intención de voto para cada uno de los dos, sin embargo, la estela de Miliband es positiva mientras que la de Cameron encuentra un punto de inflexión hacia la baja.

 

Otro factor que le ha “puesto el pie” a Cameron es el ascenso del partido de los nacionalistas escoceses, que desde el referéndum del año pasado (en el que perdió el No a la independencia por 45% frente al 55% del sí), le trae ganas a los conservadores.

 

Cameron apuesta a los 10 segundos antes de que cada ciudadano emita su voto. En esos segundos el tópico económico aparece en el cerebro.

 

Lo que sucederá hoy formará parte de la Primavera Europea (contra el bipartidismo); Grecia, España, Italia y Francia, entre otros, ya la viven. Cameron y Miliband, la sienten. Ninguno de los dos ganará por mayoría absoluta ni obtendrá más de 40% de los sillones históricos de la Cámara de los Comunes.