La estrategia de pedir asilo político reveló un performance fallido. Adán Cortés se convirtió en un tuit no virtual.

 

Convertirse en red social no virtual fue un ejercicio que muy probablemente institucionalizó Greenpeace a través de sus sarcásticos performance. La producción de sarcasmo también es una expresión de protesta, probablemente la más inteligente porque su lenguaje no es el habitual.

 

Sobre los performances nacionalistas, los mexicanos conocen del tema. Si la eclosión de Greenpeace se vincula con la extensión de ensayos nucleares y derrames de petróleo en los océanos, los performances mexicanos lo hacen con el acta de nacimiento. Al parecer, nacer en México no es un acto determinista sino una expresión de valor obsequiada por el azar generoso.

 

Una extraña mutación en el comportamiento de los mexicanos que viajan al exterior ocurre al momento de pensar en su país. Tenemos, por ejemplo, el síndrome del jamaicón. Lo instauró el futbolista José Villegas del equipo que hace las veces de selección nacional, las Chivas de Guadalajara. Al finalizar la década de los 50 el jamaicón fue seleccionado nacional y tras perder 8-0 frente a Inglaterra, en Londres, Villegas declaró que él no se había desempeñado bien porque extrañaba a su “mamacita” y que le embargaba una nostalgia sustentada en un buen plato de birria.

 

adan-cortes-EFE

 

Al finalizar el siglo pasado, un estudio de una consultoría internacional de recursos humanos detectó que ejecutivos mexicanos renunciaban a empresas internacionales porque no se adaptaban a la cultura del país al que viajaban. Los consultores analizaron el comportamiento y se toparon con que el problema residía en el etnocentrismo incontrolable del mexicano. Es decir, el comportamiento psicológico se trastorna en el momento en el que se piensa a México como el centro del mundo. La necesidad de “presumir” el pasaporte lleva al mexicano a exteriorizar el orgullo del lugar en el que nació. Los mejores vehículos para hacerlo son el sombrero de charro y el tequila; posteriormente la cerveza Corona tangibilizó el ADN mexicano.

 

Los consultores concluían el estudio con lo que podría considerarse un escenario preocupante: el mexicano se siente más mexicano fuera de su país.

 

Ejemplos sobran, tenemos al mexicano que intentó apagar la llama eterna del Arco del Triunfo con su orina en 1998 ignorando el significado del monumento dedicado al soldado desconocido. Tenemos a los mexicanos que viajaron a Brasil para dejar aflorar su conducta sexual reprimida, tal vez en el interior de las oficinas burocráticas de una delegación de la Ciudad de México, para manosear a una chica. El final ya lo conocemos: golpes y cárcel. Claro, y el ridículo.

 

El miércoles, unas horas después de solicitar asilo político en Oslo, Adán Cortés Salas salió de Facebook para postearse con bandera en mano durante la entrega del Nobel de la Paz a Malala Yousafzai. La intención de postearse a través de un performance no la cumplió. Fue su hermano quien tuvo que salir a escribir un pie de página para transformar el mensaje que sí fue entendido en México pero no necesariamente en el mundo: Ayotzinapa.

 

La irrupción simbólica con un mensaje encriptado (a nivel internacional) y sin claves para descodificarse, en una ceremonia híper simbólica, termina siendo el performance del ridículo.

 

Lo sucedido en Ayotzinapa es grave. A nivel global la sociedad mexicana tiene la posibilidad de protestar a través de muchos medios. Así lo han hecho muchísimos estudiantes a través de las redes sociales, sin embargo, el orgullo mexicano de Adán Cortés Salas le hizo planear erróneamente su irrupción. Pedir asilo político debe de tener sustento. ¿Quién lo persigue? ¿El Estado lo ha amenazado?

 

Adán Cortés Salas ha visto miles de memes en las redes sociales y su mensaje fallido lo convirtió en uno de ellos. Un meme muy nacionalista.