Imaginemos a Karl Marx al frente del City Bank o del Fondo Monetario Internacional. Ahora imaginemos a Arnaud Montebourg al frente del Ministerio de Economía, que entre otras funciones se encargará de recortar 50 mil millones de euros a corto plazo. El resultado, el que vimos ayer: la insurrección en el seno del gobierno francés.

 

Una pregunta surge de forma natural: ¿Qué hacía Montebourg en el gabinete de Valls si en 2011 publicó un libro con un título nada elocuente Votez pour la démondialisation! (¡Vota por la desglobalización!)? La respuesta involucra más a la política de las cuotas que a la racionalidad humana.

 

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La caída de Arnaud Montebourg del gobierno revela su insurrección en contra de las pautas económicas favoritas de la canciller alemana Angela Merkel, pero también revela otra insurrección, la del propio Montebourg en contra de los debilitados Manuel Valls y François Hollande, primer ministro y presidente de Francia, respectivamente, para ubicarse como un precandidato del Partido Socialista (PS) hacia las elecciones de 2016. En efecto, lo de ayer no fue un sismo, se trató de la eclosión de un candidato que, hace dos años, ocupó el tercer puesto en la lista de aspirantes a la presidencia por el PS.

 

Publicitariamente hablando, Hollande derrotó a Sarkozy con su famosa carta de presentación: el candidato normal. Sarkozy, siempre trepidante, terminó en el despeñadero. Ahora, quien desea descarrilar a Hollande es Montebourg; vestido de disidente y utilizará, seguramente, una frase publicitaria que cale entre los socialistas. Algo así como “el candidato contra el austericidio a la alemana”.

 

El adiós de Arnaud Montebourg contiene elementos de elevado histrionismo porque el verdadero giro que realizó Hollande en su política económica lo anunció el martes 14 de enero y no el 31 de marzo, día en que nombró a Manuel Valls como sustituto de Jean-Marc Ayrault. En el ritual de la primera conferencia de prensa del año, Hollande anunció un programa de recorte de gasto por 50 mil millones de euros en el presupuesto plurianual (2015-2017); el anuncio se tradujo en un terremoto en el seno del Partido Socialista francés, siempre renuente a las recetas que el Banco Central Europeo ha expedido a Portugal, Grecia, Irlanda, Italia, España y Chipre.

 

En términos coloquiales, Montebourg terminó tragando camote con la decisión del recorte ordenado por Hollande; el ministro de Economía revela a Le Monde (23 de agosto) que les dijo al presidente y a su primer ministro que lo aceptaría siempre y cuando el dinero lo distribuyeran en tres tercios: el primero para abatir el déficit, el segundo tercio para ayudar a las empresas y el último para incrementar el ingreso de los hogares. El reportero de Le Monde le recordó a Montebourg que Hollande y Valls no le hicieron caso a su petición.

 

La extensa brecha ideológica entre Hollande y Montebourg, generada por la insurrección de ayer, se proyectará en la competencia electoral por la presidencia en 2016. La apuesta de Montebourg será un ejercicio de geometría política: regresar el eje central del Partido Socialista francés a la izquierda después de la mutación de Hollande.

 

El viernes por la tarde Montebourg le abrió las puertas de su despacho a Le Monde para enviarle un claro mensaje al presidente Hollande: hasta aquí llego. Un mensaje ruidoso enviado al presidente pero con una caja de resonancia importante, como lo es Le Monde, para comenzar su propia arquitectura popular como candidato.

 

Si Hollande y Valls no lo tenían claro, Montebourg les recordó lo siguiente: “No es verdad que lo hecho por el presidente (las medidas de recorte en el gasto público) resulte útil; ahora tenemos que asumir las consecuencias. Hoy en día la reducción del déficit, de manera abrupta, es poco rentable porque agrava el desempleo”.

 

¿Más dudas? Ninguna: “Alemania está atrapado en la política de austeridad que impone a toda Europa. Cuando menciono Alemania, me refiero a la derecha que representa Angela Merkel”. Montebourg termina por minar la alianza Hollande-Merkel al declarar lo siguiente, “Francia no tiene intención de coincidir con los axiomas ideológicos de la derecha alemana”. Hollande se cansó de recibir metralla amiga. Se percató que el debilitamiento político se potencia cuando los dardos los recibe de mano amiga.

 

Montebourg juega a House of cards porque termina por empujar a Hollande y Valls al subsuelo de la popularidad. Montebourg pudo haber evitado el reality show rechazando la cartera de Economía el día de la asunción de Manuel Valls como primer ministro. No lo hizo. Hizo cálculos. Optó por la insurrección desde su despacho buscando la arquitectura perfecta: el harakiri a la francesa.