Brasil vivió su crack de 1929 con la devaluación de su selección de futbol por su derrota frente a Alemania; siete veces menos el valor de marca; las camisetas (piratas) se ofrecían en los mercados a 10 reales (58 pesos) en lugar de los 30 reales (175 pesos) que costaban el martes antes del partido.

 

La secuela de la devastadora caída del mercado de valores de Nueva York el 24 de octubre de 1929 tomó forma de icono a través del llamado Jueves Negro; pero lo que sucedió esa mañana simplemente fue el inicio de una tendencia catastrófica que tuvo réplicas los siguientes lunes y martes, también negros. Al pasar de las décadas, la confianza en los activos de las empresas no ha logrado desvincularse del icono ornamental que transmite miedo, el crack del 29.

 

Los estrategas de Dilma necesitan que Felipe Scolari se inmole en horario prime time para ensanchar la frontera entre el futbol y la política, con el objetivo de limpiar su camino hacia la reelección del próximo 8 de octubre. Elementos sobran, en particular, el haber marginado a delanteros como Kaka, Robinho y Ronaldinho, o explotando su rasgo de terquedad, convocando a Fred, Hulk y Jo, siempre desaparecidos.

 

En 90 días la desfutbolización de la política le daría la reelección a Dilma Rousseff. La marca país de Brasil tiene un elevado contenido de futbol, de ahí que la presidenta Dilma Rousseff haya utilizado al balón como su mejor asesor… hasta el pasado martes.

 

Hay quien dice que lo que tuvo que hacer Dilma minutos después de la catarsis es haber llorado frente a las cámaras de CNN para que el mundo supiera de su tristeza. Lo hizo a través de Twitter. En la ruta crítica del manejo de crisis también se exhibió ante las cámaras de CNN para revelar que ni en sus peores sueños imaginó una debacle tan vergonzosa para su país con esta blitzkrieg de goles: “Honestamente, jamás, nunca. Mis pesadillas no son tan terribles ni van tan lejos.

 

 

Como hincha, por supuesto, estoy profundamente triste, y comparto la pena con el resto de los hinchas. Pero también sé que el país tiene una característica muy importante: enfrenta la adversidad y es capaz de superarla” (La Nación, 10 de julio). En el guion no existe palabra fortuita.

 

dilma
Lo que es cierto es que la correlación temida: derrota de la selección genera resultados negativos para el presidente en turno, carece de bases empíricas. La victoria de Francia frente a Brasil en el Mundial de 1998 no impidió la reelección de Fernando Henrique Cardoso. Brasil ganó la copa en el Mundial de Corea-Japón en 2006 pero perdió el candidato oficialista, José Serra, frente a Luiz Inacio Lula da Silva.

 

 

 

Cuatro años después, en Alemania, la selección brasileña fue derrotada pero no impidió la reelección de Lula; y hace cuatro años, en Sudáfrica, también Brasil cayó pero no impidió la victoria del partido de la sucesora de Lula, Dilma Rousseff. Es posible que Rui Falcao, estratega de la campaña de Dilma, haya comentado con la presidenta la inexistente base empírica que los enemigos de Dilma quieren explotar, el pasado miércoles cuando visitó a la mandataria en el Palacio del Planalto.
La economía es un elemento mucho más tangible que el balón de futbol como irruptor electoral. Después de la expansión del PIB durante el último año de gobierno de Lula, 7.5% (en 2010), las cifras de los últimos años marcan un tendencia desalentadora: 2.7% en 2011; 1%, en 2012; 2.3%, en 2013; y la proyección para 2014 es de 1.5%. Más allá de la producción industrial estancada, la inflación sí ha mermado la capacidad real de compra de los brasileños. La anual se sitúa en 6.52%, dos centésimas arriba de la esperada.

 

Dilma confía en que por algunos días sus mejores asesores sean los psicólogos que ya han sido llamados por directores de programas de televisión para que apliquen su control de daños motivacionales. El mal humor, por suerte para Dilma, es cíclico.

 

Expertos en la salud infantil declararon al periódico Folha de Sao Paulo que “pasar por la tristeza puede ser bueno” para el desarrollo de la personalidad. No es fácil desmontar mitos. Su razón de ser es proyectar la historia en el futuro. La lectura que Paulo Coelho podría realizar de la derrota es que se necesitaba para retornar a los principios que dieron fama a la selección de futbol: el jogo bonito.

 

Dilma confía en que Scolari será un pararrayos eficiente, y por lo tanto suficiente para impedir que se prolongue el Martes Negro hasta octubre. Asimilar los efectos del crack del 29 no fue fácil porque no se trataba de un juego; asimilar lo sucedido el Martes Negro brasileño será más difícil porque se trata de un juego. En nuestra era lúdica, los juegos son los asuntos más serios.