El interés por la transparencia pública ha derivado en obsesión por lo privado. Hillary Clinton es acosada por el látigo oclocrático por lo que busca una salida un tanto penosa: “Decidí no mantener los (correos electrónicos) privados porque eran asuntos relacionados con la boda de (su hija) Chelsea” (The New York Times, 11 de marzo).

 

La tecnología le está ganando la carrera a la semántica. Los conceptos ya no dicen lo que un día significaron. ¿Es un asunto de interés público lo que Hillary Clinton escribe en canales privados sobre la boda de su hija? Si los canales de comunicación escritos son de interés público, ¿cuál sería la razón por la que las llamadas telefónicas no lo son?

 

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Su esposo, Bill, recibió una felación (privada) en una oficina pública y muchos pidieron su cabeza. Los efectos de la telerrealidad llevaron a Monica Lewinsky a asegurar su economía de por vida. Ahora no es necesario examinar una prenda con semen del presidente Clinton para llevarlo a juicio. Un tuit en el despacho Oval con el presidente sin pantalones sería suficiente para aplicarle un proceso de desafuero para cocerlo en la pira de los inmorales.

 

La agencia de noticias AP ha demandado al Departamento de Estado estadunidense para obligarlo a entregar los correos electrónicos que escribió Hillary durante el lapso que ocupó ese despacho. El alcance de la Ley de Acceso a la Información no logró cumplir el deseo a AP porque la que podría ser candidata a suceder a Obama en la presidencia reconoció que no utilizó los canales oficiales para comunicarse a través del correo electrónico. Hillary optó por una cuenta Gmail o Yahoo en lugar de la institucional .gov. Pero eso no importa, la obsesión por la transparencia ya no logra distinguir entre la vida pública y los sentimientos privados. El escáner lleva la firma de la empresa global denominada Morbo S.A.

 

La agencia estadunidense envuelve su obsesión con dos importantes casos públicos: la operación que terminó con la vida del hombre que en su momento fue el más buscado en el planeta, Osama Bin Laden y la revelación del mega espionaje de la NSA, la Agencia Nacional de Seguridad. Pero AP quiere todos los correos, los 600 mil que redactó y recibió Hillary en cuatro años por tratarse de una figura pública cuyas decisiones son de interés público.

 

Hillary Clinton no ha podido sortear la crisis porque sus explicaciones ya no son creíbles en el año 2 d.S (después de Snowden). Clinton sabía que sus correos electrónicos serían intervenidos por la NSA, por lo que optó por estrategias similares a la del general David Petraeus.

 

Desde que el general cuatro estrellas David Petraeus (quien ocupó el puesto máximo del espionaje de Estados Unidos, CIA) abrió una cuenta Gmail mancomunada con su amante y biógrafa, una extraña fuerza proveniente de la revolución de Silicon Valley y el FBI conjuró contra su futuro por inmoral. El espía, espiado. Es la prueba de ácido de toda democracia.

 

El punto máximo de obsesión por la transparencia obligará a reformar leyes sobre requisitos para ocupar puestos en la burocracia. Entre ellos destacarán los siguientes: eliminar la privacidad de Facebook y Twitter, reproducir todas las llamadas telefónicas en horario prime time de CNN, tuitear felaciones (si las hubiera), bajar en aplicaciones la totalidad de contenidos del smartphone para que todo mundo pueda conocer en tiempo real los contactos, juegos y búsquedas en la web que haga, por ejemplo, Hillary Clinton.

 

Así, ya no habrá más filtraciones incómodas. Nos encontramos en el año 2 d.S.