Veinte de los últimos 27 años Estados Unidos ha sido gobernado por Bush y Clinton. Nombres de marcas; algo más que de apellidos. Si en noviembre del próximo año se enfrentaran en las urnas Bush y Clinton, es decir, Jeb contra Hillary, el número de años en la presidencia entre las dos marcas ascendería a 24 con posibilidad de llegar a 28 años, en caso de que se diera la reelección en 2020.

 

Es decir, en 2024 los estadunidenses podrían voltear hacia atrás y decir que en 35 años, 28 fueron cubiertos por dos marcas.

 

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Si el fenómeno estadunidense ocurriera en Guatemala o Venezuela estaríamos hablando de rasgos dictatoriales (dictaduras familiares) o, por decirlo más suave, de democracias discrecionales. Si Vladimir Putin estuviera casado y decidiera apuntalar a su esposa para ocupar el Kremlin, sería calificado de dictador burlón. Pero es Estados Unidos, arquetipo de la democracia post ateniense.

 

Una nueva ola de democracias discrecionales o ficticias corren por el mundo. El caso más cínico fue el de los guatemaltecos Álvaro Colom y Sandra Torres. En 2011 ambos decidieron divorciarse para cumplir con los requisitos legales electorales: Sandra no podía suceder a su esposo en la presidencia porque la ley no se lo permitía. Solución, montar un reality show en el que ambos se mentaran la madre bajo la conducción de Carmen Salinas. Al salir del estudio un abogado los esperaría para recoger sus firmas en el acta de divorcio. Happy end.

 

Cristina Fernández recibió la banda presidencial y el bastón de mando de manos del presidente y esposo, Néstor Kirchner, el 10 de diciembre de 2007. Ahora, Cristina se va pero Máximo, su hijo, ya formó el club político llamado Cámpora, integrado por cachorros amamantados durante las presidencias de los Kirchner. Máximo no se presentará en las elecciones del próximo 25 de octubre pero su intención de llegar a la Casa Rosada crecerá desde el primer minuto del día 26.

 

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En oficinas gubernamentales nicaragüenses pocos son los burócratas que mantienen la duda sobre el poder que tiene Rosario Murillo en el despacho presidencial. “Daniel Ortega es el presidente pero ella es la que manda”, me dijo una funcionaria del área de vivienda el año pasado. En algunas camionetas ya se observan calcomanías alusivas a las elecciones presidenciales: “Rosario Presidente 2017”.

 

Martha Sahagún intentó soñar con la presidencia mexicana desde el área de Comunicación Social de la presidencia (de su esposo), error táctico que reveló una pobre estrategia. Ahora, Margarita Zavala, a través de un lamentable video casero, revela su sueño. El mismo que tuvo su esposo Felipe durante el sexenio de Vicente Fox. La mala noticia para Margarita será la artillería que sus rivales tendrán: los datos negros del sexenio de su esposo.

 

A Europa no ha llegado el mal de los americanos. Ségolène Royal intentó suceder a Nicolas Sarkozy pero perdió. Su entonces pareja François Hollande logró ganarle a Sarkozy cuatro años después pero quien entró al Elíseo fue Valérie Trierweiler.

 

Jeb, hermano de George, presidente e hijo de George presidente, mencionó el pasado fin de semana desde Europa a la CNN que tiene una “historia vital diferente”. Quiere desmarcarse de la desastrosa política exterior que articuló su hermano. Jeb tiene razón, no se le pueden transferir a él los pasivos de su hermano aunque el nombre de marca es difícil de desposicionar (en términos de mercadotecnia).

 

Al parecer, a la Casa Blanca le han colocado una puerta giratoria. Salen pero no salen. Entran y están los que ya estuvieron. Barack Obama podrá convertirse en la excepción.