No es el año del chango ni del dragón. Es el año de la caída de las importaciones y de las grillas del presidente chino, Xi Jinping.

 

De la admiración a la duda y del asombro al miedo, China de por medio. No fue un espejismo el que por muchos años la insaciable China comprara y comprara materias primas para obtener dos objetivos prioritarios: incrementar su producción y crecer a un ritmo de dos dígitos.

 

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Su demanda por commodities creció mucho más rápido que su producción, lo que provocó que el precio de la materia prima se disparara. Pensemos, por ejemplo, en los metales; justo el sector donde el papel chino como comprador ha sido dominante durante la última década.

 

Pero no puede haber sorpresa donde preexiste la única ley insobornable del planeta: la de la oferta y la demanda. El agotamiento de la economía china contiene, entre otros componentes, el de la transición de la economía pesada hacia la ingrávida.

 

Desde la mitad de 2011, los precios de los commodities se han desplomado. Pocos se acuerdan de lo que algún día fue orgullo del made in Mexico, la plata. En Taxco deben de sonar las alarmas por la caída del precio en 68%. Qué decir de Perú, donde el precio del mineral de hierro se desploma en 70%. El cobre chileno ha caído 50%; platino 47%; oro 40%; maíz 47%; trigo 46%. De poco sirve expedir actas de nacimiento en el comercio global.

 

Sirve mucho más revelar los nombres de los contactos comerciales de China. Con México mantiene un comercio por 72 mil millones de dólares anuales, 4.5 veces menor al de Estados Unidos-México pero 4.1 veces superior al que sostiene Alemania con México. China le compra a México minerales de cobre y de plata; aceite crudo de petróleo y polímeros de etileno, entre otros productos cuyos precios caen súbitamente.

 

Pero regresemos a los brazos chinos. Su demanda de cobre creció este año 2%, muy por debajo de las previsiones iniciales. Los precios del aluminio se han visto afectados por las exportaciones de China cotizando a niveles bajos como no se veían en los últimos seis años. El comportamiento del oro hace sonar las alarmas en el corto plazo debido al aterrizaje de su economía; del todavía impactante crecimiento de 10.4% en 2010 al 6% pronosticado para el 2017.

 

Por lo que toca a las deudas pública y privada chinas han avanzado. Desde 2008, el PIB ha crecido 80%, pero el volumen de pasivos se ha multiplicado por 2.5, hasta alcanzar el 280% del PIB.

 

Por lo pronto las importaciones chinas cayeron 16.4% durante el primer semestre respecto al mismo periodo del año pasado; durante agosto, el sector manufacturero del gigante asiático está sufriendo su mayor retroceso desde 2009, con pronunciadas caídas de los niveles de empleo. Finalmente, China arroja unos niveles de consumo energético por unidad de PIB menores que los que tenía en los años anteriores. Correlación positiva con la caída del precio de petróleo.

 

Por el lado de la grilla, Xi Jinping tomó el relevo asistencialista de Hugo Chávez (guardando proporciones) en América Latina. A Argentina la tiene contra las cuerdas; a Nicaragua le abrió los ojos con el canal; a Brasil le prometió la revolución de los BRICS. La diferencia con Chávez es la liquidez. Mientras que el venezolano enviaba maletas atiborradas de dólares a los Kirchner, Xi Jinping promete inversiones millonarias a largo plazo. Mismas que podrían ser revertidas por las condiciones “anémicas” de su PIB.

 

Lo que es seguro es la inmutabilidad de una correlación: si China disminuye sus compras al exterior, el miedo global crece.