Mariano Rajoy dejará la presidencia a finales de 2015, o a más tardar en enero de 2016, con una crisis sin resolver: Cataluña. Si el día de hoy se celebraran elecciones generales en España el Partido Popular (PP) se caería al despeñadero del tercer lugar, y junto con él, Mariano Rajoy.

 

El 27 de septiembre Cataluña tendrá nuevas elecciones adelantadas, y tres meses después, las elecciones generales en España. Los catalanes Artur Mas y Oriol Junqueras pactarán un programa común: la independencia. Si ganan, los españoles cerrarán filas por el nacionalista PP y probablemente lo rescatarían del acecho de Podemos y de los socialistas en las elecciones de diciembre. En Cataluña, el 27 de septiembre será imposible observar una derrota del bipartito pro independentista pro Cataluña, ya que los socialistas y populares catalanes están en la lona.

 

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Dos elecciones, dos zonas de riesgo para España. De aquí a septiembre veremos el despliegue de trincheras entre los gobiernos catalán y español. Algo más, lo del 27 de septiembre será la primera elección que podría catalogarse como esquizoide porque si bien es cierto que una mayoría de catalanes no desea la independencia de España (hoy), el bipartito ofrecerá a sus electores un menú cuyo platillo estelar es la independencia.

 

En los tres años de su gobierno Mariano Rajoy no ha logrado acercarse a la gestión de facto bipartita, la que encabeza el president Artur Mas bajo la ruta crítica impuesta por Oriol Junqueras. ¿Qué se mueve debajo de los pies de Rajoy? Dos errores estratégicos: sólo habla de economía y es intolerante a la cultura que no sea española, dentro de España. Errores mayúsculos. Su pobre liderazgo languidece cuando trata de abordar la problemática de Cataluña. En lugar de haber pactado mayor autonomía económica con el presidente catalán, Artur Más, Rajoy dio carpetazo a las propuestas del presidente autonómico sin medir la temperatura postdiada del 11 de septiembre de 2012 (fiesta nacional de Cataluña que conmemora la derrota de su ejército frente a las tropas borbónicas en 1714, en 2012 salieron a las calles más de dos millones de barceloneses).

 

Pero ¿qué sucedió en Cataluña? Con el amor declarado por el independentista Esquerra Republicana per Catalunya (ERC) al icono del conservadurismo catalán, Convergència i Unió, se demuestra que el alma de las ideologías políticas es el pragmatismo. Con él se diversifican las ofertas populistas ad nauseam. ¿O cómo entender un enlace entre la izquierda radical de ERC con el liberal económico de CiU?

 

Artur Mas no logra concluir con lo que inicia. Ganó las elecciones en 2010 después de haber perdido en dos ocasiones pero convocó a nuevas elecciones en 2012 empujado por la emotiva diada del 11 de septiembre de ese año. Artur Mas pensó que su partido obtendría mayoría absoluta.

 

No fue así. Fue el independentista ERC quien cosechó el espíritu del 11S. Ahora el president nuevamente convoca elecciones dos años antes de que culmine la legislatura del Parlament. ¿El motivo? No es el ángulo independentista que el propio Mas hace creer a la ciudadanía, es su desgaste producto de la estrategia monotemática que implantó desde el inicio de su segundo gobierno; es la presión sofocante de su socio, vigía y creador de agendas, Junqueras, y es el fracaso de la consulta. Hubo pero no hubo. Del referéndum que prometió, sólo pudo realizar una especie de encuesta ciudadana. El tiempo lo alcanzó.

 

El equipo de futbol Barcelona se encuentra sumido en una crisis por no poder realizar contrataciones durante 2015; Cataluña con unas elecciones esquizoides cuyo resultado será, también esquizoide tendrá un 2015 de diván.