El caso de la consulta catalana está compuesto por demasiados errores políticos que han terminado por desvirtuar emociones ciudadanas. Muchos piensan, porque la desean, en la ruptura de España. La verdad es que hoy ya existe una ruptura política voluntaria por parte del presidente Rajoy y, con mayor rudeza, por parte del espectro mediático de la ultraderecha encabezado por Federico Jiménez Losantos.

 

Muchos catalanes, la mayoría, no desean la independencia.

 

Partiendo de que la mayoría no desea la independencia pero que existe una ruptura política es necesario desmontar los efectos especiales que genera el exceso de histrionismo, particularmente por el lado del presidente catalán y enfocar, con preocupación, el solipsismo del presidente español porque, al parecer y como diría el político ya clásico mexicano, Rajoy no los ve ni los escucha a los catalanes.

 

Es un error pensar que las diferencias políticas se enfocan entre los presidentes Mariano Rajoy y Artur Mas, de España y Cataluña respectivamente. Por lo que corresponde exclusivamente a la consulta se trata de un diferendo entre Rajoy y Oriol Junqueras, presidente del partido más votado en Cataluña, Esquerra Republicana de Catalunya (ERC).

 

En efecto, la contienda ocurre entre las posiciones ideológicas extremistas: la del Partido Popular (PP) y la de ERC. Es decir, al traducir los números de la consulta del domingo al campo de batalla política, los 2.3 millones de catalanes que salieron a votar (36% del censo) forman parte, en su mayoría, del segmento independentista y fueron motivados por la confrontación ideológica Rajoy-Junqueras.

 

Pero las cifras no son alegres respecto a las de dos años atrás, en las autonómicas de 2012. En aquel momento obtuvieron 1.78 millones de votos los partidos nacionalistas (CiU, ERC y el independentismo radical). El pasado domingo incrementaron en sólo 25 mil votos si tomamos en cuenta a aquellos que votaron por el doble Si: sí a convertir a Cataluña en una nación y sí usar la vía independentista (1.8 millones). Las dos preguntas contenidas en las boletas fueron: ¿Quiere que Cataluña sea un Estado? ¿Y que ese Estado sea independiente?

 

PAG-21-1_2_EFE_España_Independencia

Hoy, Artur Mas es un presidente eclipsado por el movimiento orquestado entre ERC y asociaciones civiles pro independentistas como por ejemplo la Assemblea Nacional Catalana (ANC). Mas inició su declive político hace dos años cuando, pensando que obtendría la mayoría absoluta, convocó el adelanto de las elecciones en 2012 motivado por el efecto del 11-S, día nacional de Cataluña en el que más de dos millones de catalanes salieron a las calles de Barcelona para generar euforia nacionalista.

 

Las frías relaciones entre España y Cataluña provocaron que el presidente Mas adoptara un comportamiento histriónico sin límites. Parte de su motivación fue la simbólica fotografía del 9-N que él mismo soñó desde hace un año; en la mencionada fotografía, Artur Mas aparecería metiendo a una urna la boleta. El pasado domingo consiguió la fotografía bajo un entorno catártico para una tercera parte de los catalanes. Tras los recursos del presidente Rajoy y las prohibiciones de los jueces para organizar la deseada consulta, Artur Mas apostó por la simulación. Votar a toda costa.

 

Quienes tienen la llave de una posible puerta que dé salida a la crisis son los socialistas. Desde hace meses promueven una tercera vía, ni tan anémica como la del PP ni tan radical como la de ERC. El primer desplazamiento sobre el terreno de ajedrez lo veremos en pocos días, cuando el partido de Artur Mas, Convergència i Unió (CiU) requiera los votos del Partido de los Socialistas de Cataluña (PSC) para aprobar el presupuesto hacendario del 2015. ERC ya avisó a Mas que no lo apoyará.

 

Temporalmente la decisión se convertirá en un hito porque a partir de ese momento comenzarán a “enfriarse” los radicalismos. Momento idóneo para regresar a la mesa de negociación. Si Rajoy no aprovecha a promover una reforma constitucional en beneficio de los catalanes entonces sí habrá que preocuparse porque el presidente de España estará llegando a un punto de no retorno.

 

La derivación de este escenario terminaría beneficiando a ERC. Si hoy el partido de Junqueras no lograría la mayoría absoluta en hipotéticas elecciones adelantadas, no sería descabellado pensar que la lograría gracias a Rajoy.

 

En política como en futbol, lo mejor es observar sin sonido. Demasiado histrionismo distorsiona a la realidad y demasiado inmovilismo humilla a la política.