El político británico del año es Nigel Farage, líder del Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP).

 

Después de 100 años, los partidos Laborista y Conservador fueron desbancados por otro partido durante una elección. Sucedió en mayo pasado, en los comicios europeos.

 

Nigel Farage ha obligado al premier David Cameron a cambiar de discurso; a mirar hacia la eurofobia; a dejar de ser el seductor Cameron para convertirse en un político más que, por tratar de aferrarse al poder, está dispuesto a entregar su discurso al monstruo de la retórica.

 

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Farage dice no sólo lo que los británicos quieren que diga todo político, sino lo que piensan los ciudadanos y no se atreven a mencionarlo.

 

Farage admira a Putin por la manera en la que se desplaza por el tablero de ajedrez; de Angela Merkel, Farage critica su frialdad, “inclusive en lo privado”. Sobre la imagen del presidente saliente del Consejo de Europa, Herman Van Rompuy , Farage asegura que parece un botones.

 

Y es que Nigel Farage es outsider en la política. No pisa la Cámara de los Comunes pero tiene un escaño en su odiado Parlamento Europeo, que si por él dependiera la decisión, los desmantelaría piedra por piedra. En efecto, no tiene los mejores comentarios sobre el programa de movilidad estudiantil europeo, Erasmus, pero está casado con una alemana. No le cuesta reconocer su cariño y admiración por Francia.

 

Sus ambivalencias provienen de su ADN de outsider. Apoya el libre mercado pero desea preservar los valores provincianos de la región en la que nació, Kent. Apoya la legalización de la mariguana pero se manifiesta en contra del matrimonio homosexual.

 

Farage es carismático. Un rasgo berlusconiano lo hace mediáticamente seductor. Sus enemigos tratan de aprovechar sus resbalones para minar su carrera política pero resulta imposible. Así, cuando una chica lituana declaró a un tabloide británico que había pasado una “noche loca de sexo” con Farage, su popularidad incrementó por el efecto empático que generó entre los ingleses, acostumbrados al establishment de la buena imagen. Una noche, un fotógrafo ubicó a Farage en un puticlub parisino. Pura vida. Su imagen en ascenso.

 

David Cameron está preocupado en no conseguir su reelección en 2015. De ahí que se haya convertido en el político de las rebajas. No son las Noches Palacio, se trata de Cameron el neopopulista. Sus ofertas forman parte de un programa ideológico-chavista pero tropicalizado al entorno cultural del Reino Unido.

 

El tactismo antiestadunidense de Hugo Chávez, Cameron lo está utilizando para distanciarse de la Unión Europea. Sí al referéndum para decidir si nos quedamos o nos vamos de Europa pero para el 2017, en caso de que me reelijan. Sí al freno del turismo de subsidios. No al pago de 2 mil 200 millones de euros que me solicita Europa.

 

Angela Merkel enfureció el pasado sábado por el berrinche milimétricamente teatralizado por Cameron al rechazar las nuevas aportaciones económicas que le solicitó la Unión Europea. No pagaré, dijo Cameron, ante los reporteros. Te hablo Merkel para que me entiendas Farage.

 

Europa celebrará en las próximas horas el año 25 de la inexistencia del Muro. Paradójicamente en tiempos de la eclosión nacionalista.

 

En Francia, el xenófobo partido Frente Nacional tiene, ahora sí, que asaltar el poder en 2017. Es el partido con mayor intención de voto. En España, el copyright chavista fue adquirido por Pablo Iglesias del partido Podemos, que también mantiene maniatado a los partidos icónicos pro establishment: el PP y el PSOE.

 

En la idílica Suecia un partido neonazi logra el 10% de intención de voto. Qué decir de los “auténticos finlandeses” cuyo discurso crece como espuma, o en Holanda y Austria con el Partido de la Libertad que también cooptan una décima parte del mercado electoral. Vamos, hasta en la mansión de Merkel se esconde su enemigo Alternativa por Alemania, un partido antieuro, al mejor estilo de cualquier agrupación griega.

 

Que no sorprenda, en plena catarsis que detonó el huracán económico, Europa ha quedado vulnerable; tanto, que los populismos eurófobos se acomodan en los discursos políticos.

 

El UKIP de Nigel Farage ofrece odio: a la inmigración y a la Unión Europea. Cameron compite a través de algo similar a las Noches Palacio. La idea que utiliza no es original. A las hijas de Hugo Chávez yo les recomendaría pensar en tocar las puertas del número 10 de Downing Steet para solicitarle al inquilino el pago de las regalías por el uso y abuso del lenguaje que en su momento utilizó el señor Chávez.