Llegaron a Bruselas las rebajas sobre rebajas, y con ellas, el inicio de lo que parece ser el desmontaje de la Unión Europea. Los eurócratas no lo reconocerán pero hace tiempo que nació la Europa de dos velocidades. Reino Unido se descuelga del grupo compacto conformado por los seis fundadores: Francia, Alemania, Italia, Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo. También lo hacen, aunque no de manera oficial, Polonia y Hungría.

 

La crisis del euro y el estallido demográfico de refugiados se han convertido en dos armas con las que Cameron amenaza a la Unión Europea de abandonarla.

 

En el siglo pasado, Gran Bretaña cobraba un cheque en efectivo en compensación por los subsidios que la UE otorgaba al sector agrícola de países como Francia. Ahora, el cheque no será en efectivo porque no hay subsidios. Lo que sí existe es la contratación de un outsourcing administrativo: tres mil millones de euros al presidente y violador de derechos humanos en Turquía, Recep Tayyip Erdogan, para que coloque una fila de burócratas sobre sus costas con el objetivo de sellar boletas de entrada y registrar los nombres de los refugiados. Por si fuera poco, Angela Merkel promete a Erdogan que su país podrá ingresar a la UE muy pronto. Seguramente cuando la francesa Marine Le Pen se convierta en presidenta y dinamite de una vez por todas a las instituciones europeas.

 

Frente a la fogata de problemas, David Cameron deshoja la margarita: me quiere Europa, no me quiere Europa. Me quiere Europa, no me quiere.

 

El próximo 18 de febrero David Cameron propinará un KO a 27 países de la Unión Europea. Lo hará porque los 27 estarán de acuerdo en no recibir ayuda monetaria británica en caso de que la necesiten como consecuencia de una crisis como la griega. Los 27 estarán de acuerdo con que Londres no reciba a trabajadores provenientes de nuevos países que se integren a la UE. Los 27 permitirán al gobierno de Cameron que no otorgue prestaciones a trabajadores cuyos hijos viven en otro Estado europeo. Lo mismo rumanos, búlgaros que franceses y alemanes. Parece increíble. Países como Italia y Grecia se encuentran desbordados por la problemática que representa la llegada masiva de refugiados sirios, afganos o eritreos. Ellos, Italia y Grecia, no tendrán los privilegios que tendrá el gobierno de Cameron, cuyo país recibe un componente marginal de refugiados.

 

A Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, le tembló la mano en el momento de negociar seis documentos con Cameron. El eurócrata decidió premiar a los euroescépticos en lugar de cohesionar a los pro europeístas. Ya se veía venir desde el proceso electoral británico el año pasado, cuando Cameron tuvo que ofrecer a los votantes un referéndum de estadía europea: Nos vamos o nos quedamos. El Partido de la Independencia de Reino Unido (UKIP) lo trató de arrinconar en el tablero de ajedrez. Cameron elevó el techo al darles la llave a los británicos para salir de la UE si así lo desean. En junio se llevará a cabo el referéndum. De ahí que a Cameron le urja saber si la UE le va a cumplir sus peticiones. De la respuesta que le dé el 18 de febrero, Cameron decidirá si hace campaña a favor o no de la eventual salida de su país de la Unión Europea.

 

Tusk le dará Cameron la posibilidad de incumplir el artículo número 1 del Tratado de la Unión Europea, cuyo objetivo es incrementar la cohesión entre los miembros del club.

 

Cameron está contento con las propuestas de Tusk. “Si tuviera que elegir formar parte o no de la UE en estos términos, sin duda optaría por ser miembro” (The Guardian 2 de febrero), dijo el premier con tono de satisfacción por la creación no oficial de la Europa de dos velocidades.

 

Cameron ha dado el ejemplo a los euroescépticos. Es el momento de las rebajas. Polonia y Hungría, que ya se habían rebelado contra las leyes de libre circulación de personas (Schengen) en la UE, se frotan las manos.

 

Las crisis siempre liberan fuerzas. Vaya golpe de Cameron.