Entre sus gustos destacan la guitarra, la lectura, la tecnología y la academia; interioriza y dialoga consigo mismo (y con su visión de sociólogo) la fuerza que tienen los lobbies cubano y judío en la Casa Blanca. Este último rasgo, pieza clave para comprender su próxima estadía en la casona de la avenida Pennsylvania en Washington, cerca del río Potomac. Con 33.6 millones de personas de origen mexicano viviendo en Estados Unidos (cifras del último censo estadunidense), incluidos 11.6 millones nacidos en México, la duda no requiere de rigor del pensamiento para flotar: ¿Por qué México no tiene las fuerzas cubana y judía al interior de la Casa Blanca?

 

En efecto, es el momento táctico del gobierno mexicano para nombrar a Miguel Basáñez como embajador. Fase final del segundo gobierno de Obama y de la puesta en marcha de sus medidas ejecutivas sobre migración, mismas que permanecerán en la agenda electoral de republicanos y demócratas durante todo 2016, y por supuesto en la oficina del próximo presidente de Estados Unidos.

 

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Iniciaba la década de los ochenta y en la oficina de Miguel Basáñez ya había computadoras. Enormes cajas metálicas alimentadas por programas tipo Pascal; algoritmos para facilitar conteos numéricos y lógica de procesos. “Es el futuro”, dijo Basáñez a uno de sus colaboradores. No se equivocó.

 

Gobernaba José López Portillo y el entonces secretario de Reforma Agraria, Jorge Rojo Lugo, le pidió a Miguel Basáñez fórmulas para solucionar problemas agrarios en Querétaro. Basáñez dio muestra de su pensamiento sociológico: en un par de gimnasios reunió a ingenieros, cartógrafos, topógrafos, campesinos, especialistas en la materia y burócratas para escucharlos y comprender todas las aristas del problema. Un año y medio después, el Plan Querétaro, diseñado por Basáñez, puso punto final a los conflictos. Al día de hoy Querétaro no cuenta con problemas agrarios.

 

Basáñez coordinó la Primera Encuesta Nacional hacia 1981. Hito del siglo pasado, donde las opiniones de los mexicanos sobre la Iglesia, el Ejército y los políticos nadie las conocía. ¿Qué opinaban los mexicanos sobre los mexicanos? En el siglo XXI no se comprendería la ausencia de encuestas. Uno de los colaboradores de Basáñez se desplazaba a la terminal de camiones para recibir las encuestas provenientes de Oaxaca en un camión de la ADO que tardaba varios días en arribar a la Ciudad de México. Cassio Luiselli ocupaba la dirección del Sistema Nacional de Evaluación y Miguel Basáñez era el director general de Evaluación de esa institución.

 

Basáñez comprende que las cifras revelan mejor el comportamiento de los mexicanos que el determinista mapa del país. Y sin embargo, se mueve. Fue presidente mundial de Wapor, Asociación Mundial de Investigadores de Opinión Pública y fundador de la revista Este País.

 

Basáñez no es diplomático de carrera pero conoce a Estados Unidos mejor que muchos diplomáticos; Basáñez es académico, y como tal, comprende la biopolítica del político estadunidense: los demócratas saltan al gobierno desde la academia mientras que los republicanos lo hacen desde la empresa privada. Algunos de ellos regresan a la academia al finalizar sus proyectos políticos. Pensemos en Obama. Ayer profesor universitario, hoy presidente y mañana, probablemente, profesor.

 

Basáñez es contemporáneo y amigo de académicos como Roderic Camp y Peter H. Smith, mexicanólogos en universidades estadunidenses. Tiene una red de conocidos en el Woodrow Wilson International Center.

 

Su nombramiento fue sorpresivo pero las embajadas de Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña son sedes políticas antes que diplomáticas.

 

En 1991, Miguel Basáñez me dio clases en el ITAM. Gran profesor por metódico y vanguardista. En la avenida Pennsylvania se convertirá en el embajador big data.