Para muchos, incluyendo al presidente de España, Mariano Rajoy, Artur Mas se ha convertido en el demonio de la política catalana. El engaño de Mas, la deriva de Mas, el desafío de Mas, las locuras de Mas, el golpista de Mas. Los adjetivos que rodean a Mas cubren el espectro ideológico, pero especialmente la derecha nacionalista española es la que se ha encargado de comparar a Mas con Nicolás Maduro.

 

Personas que generalmente acuden al gimnasio de la reflexión han caído en la tentación del insulto. El ex presidente recordó la derivación nacionalista del nazismo y fascismo para embonar su idea en una carta dirigida a los catalanes publicada en El País. Alfonso Guerra, el sempiterno número dos de los socialistas en la época de Felipe González, ha dicho sobre Mas que está dando un lento golpe de Estado.

 

2- Artur Mas y sus ideas disparatadas

 

Ambos personajes eluden hablar sobre el origen del problema, o para ser más claro, olvidan cuestionar la razón por la que Artur Mas decidió adelantar las elecciones.

 

Nunca antes el presidente de Estados Unidos había fijado su posición en una campaña electoral de una autonomía española como ya lo hizo la semana pasada respecto a las elecciones catalanas del próximo domingo. Junto a Obama, Merkel y Cameron han fijado una posición contraria a la del presidente catalán Artur Mas, es decir, en contra de la independencia. En el corazón de Europa, Jean-Claude Juncker recordó a Mas que la independencia dejará a Cataluña fuera de la Unión Europea. El sector bancario también se ha metido a la campaña. Francisco González, presidente del BBVA cree que la propuesta secesionista catalana “no beneficia a nadie” y “va en contra de Cataluña, de España y del proyecto europeo” (La Vanguardia 21 de septiembre).

 

Dos son las victorias inminentes de Artur Mas: logró que las elecciones del próximo domingo se revistan del concepto plebiscitario: sí o no a la independencia. Escenario que negó el Partido Popular (PP), de Mariano Rajoy, y una segunda victoria fue haber provocado el SOS de Rajoy a Obama, Merkel, Cameron y la Comisión Europea, lo que refleja un profundo debilitamiento del presidente español frente al caso catalán.

 

No son victorias menores.

 

Durante los 23 años que gobernó en Cataluña Jordi Pujol, las relaciones entre los gobiernos español y catalán pasaban forzosamente por un proceso profundo de negociación siempre, en manos catalanas, por el partido Convergència i Unió y, por parte de España, del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y Partido Popular (PP).

 

Pero la escalada del partido independentista, Esquerra Republicana de Catalunya (2003), provocó un giro en la negociación. Como bien apunta Josep Ramoneda en su artículo “El liderazgo de Mas”, en la edición catalana de El País, el sábado pasado, “el eje del catalanismo se desplazó del nacionalismo conservador (Convergència i Unió, CiU, el partido de Pujol y Mas, apoyado por Antoni Durán i Lleida, de Unión) al independentismo; en los centros de poder político, mediático y económico de Madrid, pero también en buena parte de los de Barcelona, no cundió la alarma porque se siguió razonando en los términos tradicionales”.

 

Resulta injusto analizar las elecciones del próximo domingo bajo matiz maniqueo, como lo han hecho en los últimos días personajes como Mario Vargas Llosa y en México, Enrique Krauze y Héctor Aguilar Camín.

 

No es necesario viajar al 11 de septiembre de 1714 para ver la forma en que Cataluña perdió su soberanía como consecuencia de la Guerra de Sucesión Española a través de las tropas borbónicas para encontrar un contexto en 2015. Simplemente no hay que olvidar que fue Mariano Rajoy a quien no le gustó el Estatuto que aprobó las Cortes Generales de España (Congreso), el Parlamento catalán y los ciudadanos catalanes a través de un referéndum. Este el origen del problema.