La política es la forma óptima para destruir la economía y viceversa, la economía es una buena herramienta para destruir a la política. David Cameron lo sabe. Para evitar la hemorragia de votos de su partido, el conservador, frente al Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP), el premier británico tuvo que lanzar la promesa de un referéndum para medir el hastío británico por la Unión Europea. Era 2015 y la reelección de Cameron estaba en vilo. El UKIP se convertía en un partido monotemático al señalar a la UE como la fuente de todos los males británicos. Al parecer los nacionalismos están de moda no sólo en la UE, en Estados Unidos Donald Trump intenta transmutar su esencia de caricatura en un icono real.

 

Pues bien, Cameron ganó las elecciones y ahora tiene que cumplir lo que prometió. El 23 de junio Reino Unido decidirá si se va o se queda de la Unión Europea.

 

Ahora que Cameron se puede olvidar de las amenazas del UKIP se le presenta una rebelión de políticos de su propio partido (y gobierno): su amigo y ministro de Justicia, Michael Gove; el de Trabajo y Pensiones, Iain Duncan-Smith; el de Cultura, John Whittingdale; el de Empleo, Priti Patel; la de Asuntos de Irlanda del Norte, Theresa de Villiers, y el líder de la Cámara de los Comunes, Chris Grayling, están aprovechando el permiso concedido a la fuerza por Downing Street (sede del gobierno de Cameron) para que cada uno se pronuncie y haga campaña como quiera. Ellos harán campaña para salir del club europeo.

 

La City (Bolsa de Valores) británica descuenta el riesgo de la rebelión tory en contra de Cameron pero al parecer no descontó de su modelo la decisión del alcalde de Londres, Boris Johnson. El lunes reveló que hará campaña por la salida de Gran Bretaña. Los mercados se movieron. La cotización de la libra esterlina frente al dólar sufrió su peor sesión desde la crisis financiera, hundiéndose hasta niveles no vistos desde marzo de 2009 (1.415 dólares). La libra perdió en un solo día 1.79% frente al dólar y 0.81% frente al euro. Moody’s advierte que el Brexit subiría el costo de endeudamiento del Estado británico. Fitch y Standard & Poor’s ya habían revelado que los riesgos económicos superan a los beneficios. Las exportaciones y las inversiones reflejarían desde el 23 de junio fuertes caídas.

 

Boris Johnson es un personaje que arrastra simpatías. Así lo confirmó el banco de inversión Citi al estimar que la probabilidad de que el referéndum gane la opción de la salida de Gran Bretaña pasa de un 20%-30% a un 30%-40% gracias al apoyo de Johnson.

 

Cameron logró que los europeos comenzaran a desmontar su arquitectura exitosa histórica, como, por ejemplo, no discriminar en función de la nacionalidad. Ahora, en Gran Bretaña ya será oficial la existencia de ciudadanos de primera clase (británicos) y ciudadanos de segunda clase (europeos).

 

La dimensión de la victoria es ridícula. Por ejemplo, el costo anual para el Reino Unido de las ayudas por hijo que reciben los ciudadanos de la Unión Europea asciende a 71 millones de euros, menos de lo que vale la carta de Messi o Cristiano Ronaldo. De ese tamaño fue el “éxito” de Cameron en su negociación con Bruselas al permitirle poner freno a las ayudas sociales a partir de 2020; la ayuda se calculará a partir del costo de vida del país donde vivan los hijos de inmigrantes que trabajen en Gran Bretaña, y no a partir del costo de vida de la isla. Se trata de 20 mil familias con hijos en diversos países y únicamente 32 mil niños perciben subsidios.

 

Los costos políticos son mucho más difíciles de estimar que los costos económicos. Las decisiones políticas casi siempre obedecen a intereses personales o partidistas sin importar el impacto social que tendrán a largo plazo. David Cameron se convirtió en populista para lograr resultados electorales. Hoy le está creciendo el problema. La City ya habló. También lo hizo la Unión Europea. Está de acuerdo en la discriminación.