BRUSELAS. El mapa y las banderas desaparecen en los aeropuertos porque sus ornamentos estéticos se encuentran híper globalizados.

 

La sensación de no estar en ningún lugar la describió el antropólogo francés Marc Augé en el siglo pasado. Se trata de atmósferas que registran movimientos continuos y casi infinitos; aire supranacional que adormece el nacionalismo aunque sea por algunas horas. Augé los bautizó como los no-lugares

 

Lo que no se imaginó Augé, posiblemente, es que la sobreproducción de los no-lugares se iba a correlacionar con la penetración de la tecnología.

 

Las aplicaciones de Apple se han convertido en lenguaje global; Netflix es el instrumento adecuado para bancarizar a Cuba; Messi es el único argentino del mundo que no habla argentino.

 

Los nacionalismos son una especie de programadores mentales: “como tu país, no hay dos”. Lúcida frase en la que se incuba al monstruo de la xenofobia. Así, los nazis encontraron la licencia “natural” para matar sin arrepentimiento. Sobre la raza nada. Abajo, la muerte.

 

03- Leo MessiExisten entes que desearían fichar a Merkel como presidenta de sus respectivos países. Otros no. Desearían a Varoufakis como secretario de Economía. En países como Finlandia o Islandia desearían importar a Jimmy Morales, el presidente electo de Guatemala, debido al aburrimiento que se asienta en sus respectivos sectores políticos. El personaje de moda es el papa Francisco. En países como Argentina o Venezuela el político (prelado) encabezaría las encuestas presidenciales. Sin embargo, el determinismo de pasaporte lo impide. No así a las estrellas de la Champions, donde un argentino, por ejemplo, alimenta de identidad catalana a los culés del Barcelona. En el consumo cultural sucede algo parecido. La edición mexicana de The New York Times llegará muy pronto a los puestos de periódico para devaluar, aún más, a los diarios mexicanos (seguro a sus secciones internacionales, que no son otra cosa que relleno inercial). La premisa es económica: en la racionalidad humana siempre se optará por más en lugar de menos. Pero nuevamente la paradoja humana se encarga de revertir el fenómeno: existen aún los que prefieren menos conocimiento, porque en lugar de sumar rasgos internacionales optan por el determinismo de pasaporte.

 

En City Market han optado por el modelo de los no-lugares. Como si se tratara de una tienda duty free, el consumidor transita por los pasillos como si lo hiciera por el mundo. Así sucede en las oficinas de la Comisión Europea, el concepto de nacionalidad se diluye porque tenerla no sirve de nada. Ser o no ser europeo, es el dilema de millones de personas distribuidas en 28 países; ser o no ser soberano, no es el dilema de millones de personas distribuidas en 18 países.

 

Los cascos azules son anatema de los militares que aman peligrosamente a sus patrias respectivas. Las misiones de ayuda se vinculan a la categoría de los derechos humanos y no al soberbio determinismo de pasaporte.

 

La discrecionalidad forma parte del determinismo de pasaporte. El ejemplo lo he descrito un sinnúmero de veces: miles de chinos se han manifestado en contra de la política comercial de Estados Unidos pero lo hacen ataviados con camiseta de los Bulls de Chicago. Nike encontró en Jordan al mejor vendedor que ha tenido en su historia. Fidel Castro optó por ser monotemático: vendió a los suyos odio hacia un país. Por el contrario, series de televisión como Homeland venden empatía por la CIA: soft power gourmet.

 

Nunca antes el planeta Tierra había empequeñecido tanto de tamaño como sucedió durante la última década, y sin embargo, la xenofobia se logra tangibilizar aún a través de la retórica nacionalista, por ejemplo, la de Marine Le Pen.

 

Los no-lugares han contribuido a luchar en la batalla contra el determinismo de pasaporte. El engaño está en la mente, el placer en la atmósfera transcultural.