La diplomacia de la sonrisa o el placer por el divertimento pop; es el soft power. La arteria alterna al hard power, o si se prefiere, el tránsito ligero de la política.

 

Raúl Castro disimula y aprieta los dientes. Los rechina. No puede torcer a su retórica. Nunca revelará lo que Obama y él pactaron: una estrategia de soft power cuyo objetivo es llevar a Cuba al mundo para que después el mundo vaya a Cuba. No lo hará explícito pero en su interior quiere que el mundo entre a Cuba porque él mismo sabe que no hay futuro en el aislamiento. Si bien es cierto que Raúl Castro no pronuncia la palabra “cambio” porque la retórica, repito, se lo impide, lo que ha sucedido en Cuba durante los recientes 11 meses no ocurrió en las últimas cinco décadas.

 

El lunes pasado, el famoso diseñador alemán Karl Lagerfeld reveló que el próximo mayo organizará en La Habana un desfile de modas bajo la marca francesa Chanel. La casualidad no existe en Cuba. El presidente François Hollande visitó la isla el pasado mayo, ganándole un paso a España y anunciando la reactivación del comercio entre la Unión Europea y Cuba. Chanel y Air France, por delante.

 

En un país que se ha especializado en fabricar símbolos, lo que hizo la fotógrafa Annie Leibovitz para Vanity Fair edición Estados Unidos tampoco es casualidad. En la edición de noviembre aparece la cantante Rihanna en la portada. En la icónica Habana Vieja la cantante posa junto a un mural de un joven Fidel Castro. La silueta mainstream se recarga en un coche lancha Lincoln Continental que perteneció a Martha Fernández de Batista, la esposa del dictador.

 

Si de soft power se trata, Katy Perry es toda una embajadora. En octubre se encontró con Mariela Castro en La Habana y el momento quedó documentado en Facebook.

 

Ahora, Raúl Castro visita México. El último hito histórico anti diplomático fue el “comes y te vas”; después, el problema se tangibilizó en un camión empotrado en la embajada mexicana en La Habana. Las puertas abiertas de México para los cubanos que quisieran, dijo Jorge Castañeda. En performance a cargo del gobierno cubano.

 

Hoy, el nivel de comercio entre México y Cuba es similar al de 1995: 373 millones de dólares en 2014 frente a los 400 millones de hace 20 años. Algo más, la correlación entre los dos gobiernos panistas con los dos priistas es inexistente. En promedio, el sexenio de Zedillo alcanzó los 303 millones de dólares de comercio; Fox, 205, y Calderón 322. Los dos primeros años de Enrique Peña, 380 millones. La correlación sí existe entre los últimos cinco años del gobierno de Fidel: 212 millones de dólares frente a los 345 millones de dólares en promedio durante los primeros cinco años del gobierno de Raúl Castro.

 

El comercio entre México y Alemania es 48 veces superior al que tiene México con Cuba; con Estados Unidos es 908 veces mayor.

 

México se encuentra en la tercera fila de los intereses cubanos. Cuba tiene en primera fila a Estados Unidos y al Vaticano. En segunda fila se encuentra Brasil, que prometió una inversión de mil millones de dólares para levantar el puerto Mariel, a 45 kilómetros de La Habana. Dilma Rousseff prometió que Cuba será su principal socio comercial. Aunque en realidad las promesas de Dilma ya fueron sepultadas por la corrupción.

 

Hay algo que no logra cuajar en la relación entre Raúl Castro y Enrique Peña. México le borró 500 millones de deuda a Cuba y Castro respondió con su ausencia en Veracruz, en la Cumbre Iberoamericana. Se entiende que Castro no tiene una buena relación con Mariano Rajoy. Que esa fue la razón para no haber viajado en noviembre del año pasado a México. Se entiende que Obama y Castro pidieran apoyo a Canadá y no a México para reactivar sus relaciones. Falta de confianza, la causa.

 

2015, Sísifo iniciando el recorrido. Y Cuba, ya cambió. Cuando México despertó el soft power ya había cambiado a la isla.