Barack Obama y el papa Francisco parecen anfitriones en la Asamblea General de Naciones Unidas en Nueva York cuando en realidad es Ban Ki-moon.

 

El presidente de Estados Unidos es la figura diplomática del año y bien podría recoger varias estatuillas gracias a las estrategias exitosas que ha desdoblado a lo largo del planeta: de Cuba (relaciones diplomáticas) a Irán (pacto de no proliferación nuclear), pasando por China (tratado climático) e India (libre comercio). Obama acude como uno de los pocos líderes con rasgos auténticamente globales. Sólo Francisco compite con él. El Papa progresista está rompiendo todos los paradigmas establecidos durante los últimos 35 años. La sinergia entre ellos produce “milagros”.

 

Sin embargo, no todo son buenas noticias. Junto a los mandatarios europeos, Obama guarda silencio por el desastre que promueve el presidente egipcio Al Sisi al interior de su país, encarcelando al único presidente que ha llegado al poder a través de las urnas. Mohamed Morsi no sólo permanece en la cárcel sino que espera que lo maten en ella aplicándole la máxima pena, sólo por su ideología perteneciente a la hermandad musulmana. Israel se lo agradece. Egipto como vigía.

 

Siria es otro tema pendiente cuya externalidad negativa la hemos visto más de dos mil 500 veces durante el verano: la muerte de sirios que trataban de huir de la guerra civil que vive su país y de la instalación del califato por parte del Estado Islámico. Con más de 7.5 millones de desplazados y cuatro millones huyendo del país, Siria está herida y Bachar al-Asad, su presidente, no es el mejor doctor.

 

Por Latinoamérica, Obama se equivocó al aplicar sanciones al gobierno venezolano simplemente porque era el deseo no revelado de Nicolás Maduro. Con ellas, Maduro ha fortalecido la estrategia bélica para cohesionar a los temerosos. Al librito Big Brother que tiene sobre sus manos Nicolás Maduro se le ven los hilos.

 

Quizá, el gran déficit de credibilidad sobre Obama en sus siete años de gobierno sea el caso Snowden. El espionaje masivo con el que Obama perdería todas las estatuillas que se ha llevado.

 

Pero para romper la bipolaridad Obama-Papa sería necesario sumarles un cuarteto para conformar el sexteto mainstream, algo así como el sexteto de moda:

 

Putin-Obama-Castro-Rouhani-Jinping-Francisco sobre la pasarela de Naciones Unidas, el planeta diplomático de la globalidad. Son los seis apellidos por los que cruzan los principales problemas, pero sobre todo, las soluciones del momento.

 

Putin se presentó ante la Asamblea General de la ONU para revelar su molestia por las sanciones económicas que Estados Unidos y la Unión Europea le están aplicando por su pleito con Ucrania. Pero lo que auténticamente molesta al presidente ruso es la operación política/matemática: G8-1 (Alemania+Estados Unidos+Canadá+ Francia+Italia+Japón+Gran Bretaña-Rusia). La descolonización del poder de su territorio.

 

Raúl Castro (por fin) no dio la nota en El Granma con aquello de que gracias al Papa volverá a rezar. Hasán Rouhani ya es aliado de Irak y de Estados Unidos en el combate contra el Estado Islámico, lo que revoluciona el valor intrínseco de la coalición contra el grupo yihadista.

 

El presidente chino Xi Jinping convirtió al mundo en sauna; el sudor detonado por la devaluación del yuan y la caída de su producción impactó en la curva de la oferta de todas las materias primas.

 

El examen Asad es complejo y Obama intentará estirar la liga durante la negociación con Putin (la sostuvo ayer pero al momento de escribir este texto no había ocurrido). Sobre el terreno geopolítico existen varios elementos que podrían complementar la negociación. Por ejemplo, Ucrania. Recordemos que Donetsk y Lugansk son terrenos en donde Estados Unidos y Rusia sostienen una confrontación.