A los presidentes ruso y ucranio les conviene la tregua. Vladimir Putin trata de evitar nuevas sanciones financieras procedentes de la Unión Europea, mientras que Petró Poroshenko se encuentra asegurando su preexistencia durante el proceso electoral que culminará en octubre con la renovación de la Rada (Parlamento).

 

Los dos destinos presidenciales podrían descarrilar si el conflicto bélico continúa. Rusia tiene que refinanciar la deuda de sus bancos y empresas por más de 70 mil millones de euros (bancos y empresas privadas por 20 mil millones y 67 mil millones de euros, respectivamente). El futuro del presidente ucranio pende de un hilo porque no tiene el sustento mínimo de estructuras políticas. En este momento el presidente cuenta en la Rada con un partido político, Solidarnist, que no pasa de tener una presencia testimonial.

 

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El derribo del avión de la compañía Malasya Airlines, con 297 personas a bordo, y que volaba sobre terreno bélico en el norte de Ucrania, se ha convertido en el suceso que está transformando la geopolítica entre Estados Unidos y Rusia, constante desde hace un cuarto de siglo.

 

En efecto, el avión que despegó el pasado 17 de julio del aeropuerto de Ámsterdam-Schiphol y que tenía como destino final Kuala Lumpur, “aterrizó” sobre el mapa geoestratégico al ser destruido por un misil: de manera inmediata fueron trastocadas dos rutas críticas, la del presidente ruso y la de la OTAN.

 

A partir del 17 de julio Putin ha articulado sus estrategias en dos rieles paralelos: mediáticamente mostró voluntad por ayudar a paliar la crisis humanitaria en el noreste de Ucrania enviando bienes de primeros auxilios, pero al mismo tiempo la OTAN publicó unas fotografías en las que se pueden observar supuestos tanques rusos en territorio ucranio.

 

Así nació la tregua, en medio de la confusión. El cese al fuego inició el viernes a las 11 de la mañana tiempo de México con el visto bueno de Petró Poroshenko, Alexandr Zajárchenko e Igor Plotnitski; estos dos últimos, automprocalamdos líderes de los movimientos independentistas de Donetsk y Lugansk, respectivamente.

 

La tregua es estratégica para Poroshenko y Putin, y como tal, se puede resquebrajar en el momento. Si sucede, nuevas sanciones caerán sobre Putin. Europa amaga con cancelarle la organización del Mundial en 2018 y/o el premio Fórmula Uno hacia finales de este año; y en el caso del mandatario ucranio, es posible que su carrera política se precipite en octubre. El problema para ambos es que la solución ya no depende solamente de ellos. Zajárchenko y Plotnitski son los que, en la práctica, actúan como diques de contención.

 

Más allá de la realpolitik, la vulnerable tregua puede ser dinamitada por nimiedades. Por ejemplo, hace pocos días, el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, filtró una frase que le dijo Vladimir Putin vía telefónica: “Si quisiera, tomaría Kiev en dos semanas”. Las palabras las reprodujo el periódico italiano La Repubblica la semana pasada. Ambas partes quedaron mal. Uno por declarar lo que dijo y el otro por filtrar la frase sin contextualizar las palabras que bien pudieron salir de la boca de Putin pero con un sentido totalmente distinto al que le dio la prensa italiana.

 

Pocos, no años sino meses atrás, no imaginábamos que la OTAN se enfrentaría a un proceso de recreación bajo la naturaleza del tiempo real: formar tropas, que de manera rotatoria, se encuentren listas a intervenir en cuestión de horas (no más de 48). Para lograrlo Estados Unidos aportará mil millones de dólares y Reino Unido tres mil 500 militares, entre otras muchas colaboraciones. El fin de semana, Obama pidió a los miembros de la OTAN que aporten 2% del PIB respectivo. Se trata de la nueva OTAN. No es la Guerra Fría. Es el calentamiento de nacionalismos.

 

El tablero geoestratégico está sufriendo modificaciones: Alemania entregará armamento a los kurdos que sufren una persecución del Estado Islámico (EI); Estados Unidos e Irán como aliados para luchar contra los terroristas sinitas del EI; Israel tendría que agradecer a Irán que haga las veces de dique contenedor de la plaga terrorista que se extiende por la zona. Y la OTAN, ¡la OTAN de la Guerra Fría, regenerándose en un organismo de tiempo real!

 

Lo único que falta es que México se integre en una misión internacional para ayudar a los desplazados por los terroristas del EI.