La palabra muro se reinventó con el de Berlín. Eufemismo en el que cabía el miedo de Alemania Oriental a un supuesto ataque de Occidente pero también el concepto de un mundo proyectado hacia la Guerra Fría.

 

Las ideologías como modas. Cómodas para los arquitectos de los partidos políticos para venderlas empaquetadas al vacío. La revolución del pensamiento parisino del 68 demostró que las ideologías necesitan de un ambiente de café para discutirlas porque practicarlas conlleva la creación de una industria: la del engaño.

 

Veinticinco años después de la caída del Muro el mundo no es bipolar. Tampoco es tangible. Es ingrávido, y como tal, saturado de códigos de comunicación.

 

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La política también es ingrávida. Las banderas definen soberanías pero ya no ideologías. Es el futbol el entorno natural de los cánticos nacionalistas. Es la pasión por las guerras deportivas la que emociona al aficionado a comprar la bandera, la bufanda y la camiseta Nike con los colores de las banderas.

 

Veinticinco años atrás el marketing comenzaba a ganar espacios en las universidades. El libro Posicionamiento de Al Ries se convertiría en el preámbulo de la era de las marcas. Ellas, las registradas, se encargarían de devorarse a políticos bajo la promesa de ubicarlos en las mentes de los ciudadanos. Sí, la batalla electoral ocurre en las mentes de las personas, justo en la misma tarima en la que la Coca oferta su versión life.

 

En el espectro temporal de los 25 años se encuentra el zapping. Una de las externalidades positivas de la televisión. Desde el sofá el teleciudadano cambia de partido como de canal. Asomémonos a lo que ocurre en Gran Bretaña en donde Nigel Farage, un outsider, practica bullying al premier David Cameron pero también a los laboristas. Los espectadores, entre risa y albur, aplauden a Farage sus no bromas eurofóbicas.

 

¿Reagan u Obama? Porque imperio sólo en el pasado. Hubo una época en la que Apple, Google y Obama pertenecían a la misma categoría innovadora. Algo sucedió porque una de las tres marcas perdió brillo. Otra, la del buscador, ha sido acusada por llevarse datos de las computadoras domésticas o de impedir el derecho al olvido. La política de Obama dejó de brillar en el momento en el que el mundo se percató que el Acta Patriota de George W. Bush continúa vigente y, por sorpresa, con nuevos bríos.

 

En 2008, el espectáculo de la imagen ubicó a Obama en la caverna platónica en la que millones de palmas chocaban por lo que creían ver, sin embargo, el auténtico Obama es el que promete una reforma y deporta a dos millones de inmigrantes; uno es el que promete libertad en el uso de la red y otro es el que descubre Snowden. El liderazgo no se puede perpetuar en el mundo del tiempo real.

 

El domingo veremos una cortina de globos dividir Berlín. Al norte de México no hay globos. Existe un muro, y donde no llega el acero, cazadores de inmigrantes hay.

 

Buenas y malas, hace 25 años las ideologías eran sólidas. Alumbraban y ensombrecían a humanos. Amenazaban con conflictos bélicos. Hoy, nuevos muros crecen en Europa mientras que el fanatismo religioso proyecta al Estado Islámico hacia la conquista de un califato mediático global.

 

El Frente Nacional de Le Pen no es una pesadilla se trata de una realidad monstruosa. Mientras, Hollande ligando y Sarkozy sobornando. El populismo español, con copyright chavista, subyuga al PP como al PSOE. Las promesas se venden como realidades inmediatas en entornos de crisis económica. A Cataluña le suda la intolerancia del presidente Rajoy. Consulta, consulta y consulta. En estos momentos poco importa lo que se pregunte. Los catalanes han pasado de: ¿Usted quiere que Cataluña sea un Estado libre? a ¿Messi o Naymar?

 

Del mundo pop al mundo tec. Emocionan las palomitas azules de WhatsApp; los emoticonos transfieren eso, emociones, las suficientes para sepultar los logos de los partidos políticos; pronto habrá más máscaras de V de Vendetta que banderines electorales; un tuit es más eficiente que un programa electoral de 342 páginas; un iPhone emociona más que un discurso de Nicolás Maduro. La tecnología es el primer mensaje del ambiente transcultural.

 

Veinticinco años atrás resultaba impensable un entorno transcultural. Esa es la mejor noticia. Los entes supranacionales nos convierten en sujetos ridículos cuando se nos ocurre hablar de soberanías. En efecto, las banderas nos convierten en monstruos. Como aquellos que ordenaron el levantamiento del Muro en una sola noche.