En el muro del edificio ubicado en 173 del Eje 6, casi esquina Eje Central, sólo quedó marcado el “zarpazo” de aquel gigante.

 

Una esquina del inmueble fue resquebrajada. El arbusto que estaba al pie del inmueble simplemente no resistió el impacto. Algunos pedazos de concreto cayeron al suelo ahí mismo, otros, pequeños, volaron y se perdieron a varios metros de distancia.

 

El golpe no fue de lleno. Aun así los habitantes de ese lugar se despertaron asustados porque su casa se cimbró. Si de por sí se mueve el edificio todas las madrugadas, cuando circulan los camiones pesados por el Eje 6 rumbo a la Central de Abasto, un golpe, aunque no sea de lleno, se siente más.

 

Todavía están ahí las huellas de aquel tráiler que aquella madrugada del 20 de abril pasado circulaba por el eje que a esa altura se llama Independencia, y al pasar Lázaro Cárdenas se subió a la banqueta y derribó árboles, postes, señalización de tránsito, un pedazo de la esquina de un edificio y de la marquesina de una papelería.

 

El saldo: un muerto. Era de madrugada y no había nadie en la calle.

 

Así de vulnerable es la ciudadanía ante esos gigantes que circulan con un peso de 10 o hasta 20 toneladas a exceso de velocidad. O, incluso, ante un automóvil pequeño que corre como si estuviera en una pista de carreras.

 

Cuando paso por ese lugar de la colonia Independencia observo el zarpazo. Y también recuerdo que esa mañana, al incorporarme, de Bolívar al Eje 6, vi el camión gigante con apenas unos rayones del lado que golpeó el edificio, el taller mecánico y la papelería.

 

De inmediato recordé que había platicado con vecinos, a lo largo del Eje 5, los cuales levantaron pequeños muros de piedra, cemento y acero, justo en la esquina con esa avenida porque ya se había dado el caso de autos y camionetas que entraron hasta la sala de la casa cuando el conductor perdía el control.

 

En las esquinas, a lo largo del Eje 5 y Eje 6, no se puede estar seguro ni en casa. En el momento menos pensado un vehículo puede romper un muro y entrar a la casa o negocio.

 

Pero hay una buena noticia. Esos choques se redujeron con la aparición de los, tan criticados, radares que disparan la cámara fotográfica cuando detectan a un vehículo que excede los límites de velocidad.

 

Como con el alcoholímetro, hay que tomar conciencia y aprender a vivir con esos límites. Después de las charlas con los vecinos de varias casas, con esos muros de contención improvisados, llego a la conclusión de que sí… Salvan vidas.

 

Otro ejemplo

 

El 23 de febrero de 2013, una pipa de gas chocó con dos autos y un edificio en el Eje Central, casi en el cruce con Eje 5. La cabina del camión se incendió y la oportuna intervención de los bomberos evitó que el fuego alcanzara el combustible. Las huellas quedaron por algunas semanas en los muros. El humo marcó varios pisos de esa fachada.

 

Y así, uno se puede encontrar, una tras otra, las historias de tragedias por accidentes similares.

 

Y vienen las preguntas: ¿por qué entonces se buscan dispositivos para burlar los límites y no pagar multa por pasarse un alto y exceder la velocidad, si lo que se pretende es salvar una vida? ¿Faltará información o habrá motivaciones políticas?