El secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, parece haber encontrado un nuevo “método” para combatir la informalidad en la que se encuentran millones de personas en todo el país, distinto al que anunció y está instrumentado la Secretaría de Hacienda desde principio de año: Los garrotazos.

 

guajardo

 
Según el funcionario, el gobierno Federal tiene “dos líneas de acción” para tratar de resolver tan importante asunto que durante años, lustros, décadas, ha servido al mismo gobierno como una válvula de escape ante la incapacidad de crear el número suficiente de empleos. Una es la zanahoria, la otra el garrote. Para quienes no les quedó claro el “método”, o quienes pensaban que ese tubérculo sólo servía para mejorar la vista, Guajardo lo explicó de la siguiente manera: “La zanahoria es el incentivo para que quienes quieran construir juntos el futuro de este país, puedan incorporarse a la formalidad a través de un paquete de inclusión financiera, programas públicos de apoyo al emprendedurismo y microempresas; tratamientos preferenciales en el pago de sus contribuciones en cuanto a gradualidad, como es el Régimen de Incorporación Fiscal (RIF)”. ¿Y el garrote para qué lo va a utilizar? Preguntan los ingenuos ambulantes. ¡Pues para agarrarlos a palos! Pensaría cualquiera.

 
No, no, no, cuando hablé del garrote no me referí a los madrazos, pareció aclarar “Poncho”, sino a la aplicación de la justicia, porque no es fácil competir contra quienes venden productos de contrabando, piratería o sujetos a la subvaluación, argumentó. Qué bueno que precisó, porque ya lo íbamos a incluir en la lista de intolerantes, en la que se encuentra el secretario de Gobernación, Miguel Osorio Chong (que ya no aguanta a los “críticos” de las reformas), acotan los vendedores de productos piratas de Tepito, La Lagunilla, La Merced y miles de colonias del Distrito Federal y de todo el país.

 
¡No me ayudes compadre! Podría reclamarle el secretario de Hacienda, quien sin utilizar zanahorias, ni mucho menos garrotes, está tratando de convencer a los informales de que migren a la formalidad a través del Régimen de Incorporación Fiscal (RIF) que les ofrece importantes beneficios como seguridad social, pago gradual de impuestos (ni “un clavo” en el primero, 10% en el segundo y de 10 en 10 en los siguientes, hasta el décimo, donde pagarán el 100%), además del paquete de inclusión financiera al que se refiere Guajardo.

 
Bueno, cada quien tiene su manera de matar las pulgas -en este caso de combatir la informalidad- dicen los “paleros” del secretario de Economía. A Ildefonso le gustan las zanahorias y los garrotazos. El secretario de Hacienda prefiere convencer a los ambulantes de que se inscriban en el RIF, de una forma sutil. “Nadie es informal porque le gusta ser informal; yo no conozco a ningún niño que diga: yo de grande quiero ser informal; la gente es informal porque son los incentivos que tiene”, ha dicho Luis Videgaray.

 
Lo que sí es un hecho, es que “garrote dado, ni Dios lo quita”, podrían responder los millones de ambulantes que existen en todo México y que muestran cierta resistencia para volverse formales.

 
AGENDA PREVIA

 
Dicen los enterados que ahora sí Don Enrique Molina Sobrino perdió todos, to-di-ti-tos los amparos que presentó contra la expropiación de sus ingenios azucareros (nueve) y contra otros juicios, por lo que el gobierno Federal podrá vender esas unidades sin problema alguno. De hecho, el secretario de Hacienda ha girado instrucciones a Carlos Rello, director del FEESA, organismo que administra esos negocios, para que se liciten este mismo año. Sin embargo, existe un pequeño problemita: Que la Secretaría de la Función Pública (desaparecida de un plumazo hace varios meses) emita un decreto en donde autorice al SAE la mencionada venta. ¿Y cuál es el problema? Preguntan los interesados en la compra de las unidades industriales. Pues que nadie en dicha secretaría quiere estampar su firma. ¡Pues que le hagan manita de puerco al señor Julián Olivas Ugalde, encargado del despacho! Podría ser la sugerencia. En esas estamos, en esas estamos, dicen aquellos.

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