Un video grabado con la cámara de un teléfono celular retrata una escena que parece haber salido de una mala película de acción de Hollywood.

 

El video comienza mostrando a un grupo de policías, algunos en ropa de civil, acercándose a un hombre afroamericano alto y robusto, a quien acusan de estar vendiendo cigarros de forma ilegal. Este hombre, casi a manera de suplicio, intenta convencerlos de su inocencia.

 

A plena luz del día, segundos después, los policías someten al hombre con una técnica prohibida por la policía, conocida como chokehold, dejándolo con la cara al suelo mientras repite en 11 ocasiones la frase “no puedo respirar”. Así, el supuesto criminal pierde la conciencia y los policías lo atienden de manera despreocupada, intentando de mala gana lograr sacarle palabras a un hombre que ha perdido la capacidad de contestar.

 

Así, Eric Garner murió al pie de un salón de belleza y frente a la gente que caminaba en una calle más de Staten Island, un día de verano. Tenía 43 años y 6 seis hijos.

 

En evidencia filmada quedó un irrebatible acto de brutalidad policiaca y la sociedad se encargó de viralizarla a través de redes sociales. Miles de voces se sumaron para exigir justicia. Sus últimas palabras “No puedo respirar”, ahora resuenan colectivamente como un tétrico mantra en las calles de la ciudad que lo vio nacer, crecer, reproducirse y morir.

 

Lo que sucedió demuestra, de manera muy clara, que la tensión racial entre negros y blancos es un fantasma que sigue persiguiendo muy de cerca a la sociedad americana.

 

Trataré de contestar la pregunta fundamental: ¿Qué sucedió?

 

El sistema judicial americano, representado a través de la figura de un gran jurado, exoneró al policía responsable de su muerte. Lo anterior, solamente una semana después de que otro gran jurado librara de juicio al responsable del fallecimiento de Michael Brown, un joven afroamericano que también murió a manos de un policía blanco en Ferguson, Missouri.

 

El gran jurado es una figura legal única en el mundo. Se compone de 12 a 23 ciudadanos escogidos azarosamente de las filas del registro civil nacional, para cumplir funciones de investigación y decisión en casos de conducta criminal. Los miembros del gran jurado no cuentan con capacitación legal formal, llegando a la conclusión de que su conocimiento del debido proceso es dudoso, por decir lo mínimo.

 

La polémica implícita en las decisiones del gran jurado queda especialmente expuesta después de los fallos en los casos de Garner y Brown, marcadamente delicados.

 

David Pantaleo, el policía que sometió y le causó la muerte a Eric Garner tuvo la oportunidad de hablar con el gran jurado a puerta cerrada durante dos horas. En entrevista con The New York Times, el abogado explicó la manera de argumentar de su cliente. Él dijo que nunca fue su intención matar al hombre y se sentía mal al respecto, utilizando la frase “Mi familia y yo lo mantenemos en nuestros rezos y esperamos que su familia acepte nuestra más sincera condolencia por su pérdida”.

 

La supuesta situación del hombre negro inocente en contra del policía blanco abusivo, parece haberse convertido en una circunstancia frecuente que desata la furia e indignación de miles de personas que suponen vivir en una sociedad con instituciones sólidas, plurales y equitativas.

 

No obstante, los casos de Eric Garner y Michael Brown evidencian que el sistema de justicia americano está fallando.

 

El aspecto que me parece más relevante y preocupante dentro de todo esto, es la vulneración al derecho de congregación pública en Estados Unidos. Las marchas, han mayoritariamente pacíficas, sobre todo en Nueva York, y sin embargo, suelen ser disueltas con el uso de la fuerza, arrestos, gas lacrimógeno y balas de goma.

 

La manera en la que las fuerzas de seguridad estadounidenses han reaccionado en contra de los manifestantes está cargada con un simbolismo que habla por sí mismo: brigadas antimotines compuestas por policías con equipo y entrenamiento militar antagonizan a una masa de ciudadanos manifestándose pacíficamente en contra de la brutalidad policiaca.

 

Con esto, el Estado se encarga de legitimar el discurso de las protestas.

 

Habiendo dicho lo anterior, estoy convencido de que estos movimientos sociales tienen el potencial de desarrollarse en algo similar a lo que sucedió con los disturbios violentos en Los Angeles durante 1993, en los cuales 53 personas murieron y cerca de 2000 fueron arrestadas.

 

Son varias las recomendaciones que distintos expertos y editorialistas proponen para acabar con los abusos policiales, tanto en manifestaciones y protestas, como en el día a día. Se propone, principalmente, un nivel de capacitación más adecuado y adaptado para todos los cuerpos policiacos en el tema de sensibilidad racial y limitación del uso de la fuerza.

 

Reddit Hudson, ex policía, explicó en una colaboración para The Washington Post, que en la práctica, existe un código judicial distinto para los policías en Estados Unidos. Explica que es relativamente sencillo que un integrante de las fuerzas del orden pueda salirse con la suya en cuestiones de completa criminalidad. Esta es la causa fundamental de la brecha que conlleva un altísimo riesgo de rompimiento social.

 

Al final, por más complicada que sea, la conclusión para este tema aplica de manera universal. Este tipo de circunstancias, como aquellas que suceden en México, se enraízan en la crisis del acuerdo entre ciudadanía y Estado. La impunidad y la corrupción son temas que afectan a la sociedad de manera muy profunda, sobre todo si se trata de amenazas contra una minoría históricamente vulnerada.

 

La sociedad en general debe avanzar y desarrollarse por el un camino de la justicia y del estricto apego a la ley, de manera que funcione para satisfacer las exigencias de aquellos afectados y evitar que otros crímenes sucedan en el futuro.

 

La tolerancia, la justicia y la pluralidad son temas que nunca llegan a un punto de perfección. Se deben ir desarrollando a lo largo de años para conseguir una sociedad más equitativa. Los derechos civiles universales en Estados Unidos aún no se consiguen por completo.

 

De la misma manera que Rosa Parks cometió un acto de rebeldía al no cederle su lugar a un hombre blanco en un autobús, la generación actual sale a la calle con las manos en alto con las consignas “Hands up, don’t shoot” y “I can’t breathe”, para luchar por mejores condiciones de igualdad y seguridad.

 

La población de Estados Unidos se encuentra en un momento histórico para realizar un cambio de raíz o permitir que aquel fantasma de la intolerancia racial los devore de adentro hacia afuera. Depende de una verdadera disposición social, política y judicial para conseguirlo.