Muy probable y lamentablemente, al concluir la lectura de este artículo, habrá perdido la vida otro paciente con algún tumor u objeto extraño alojado en la cabeza, que alcance a llegar a algún hospital, como el Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía (INNN), debido principalmente a la escasez de tecnología y aparatos imprescindibles para salvarlo, lo que hace que la probabilidad de rescate (y posterior rehabilitación) sea tan sólo de uno por cada 10 casos.

 

El episodio de Salvador Cabañas, ex futbolista del Club América, fue de los afortunados. La madrugada del 25 de enero de 2010, el delantero azul-crema recibió un disparo en la cabeza. Quienes estuvieron con él levantaron la mirada al cielo en busca de un milagro, pero la salida provenía de la ciencia y la tecnología.

 

Los estudios que desde hace poco más de un siglo se hacen sobre algo tan difícil de comprender en la vida cotidiana como la antimateria, aunados al conocimiento científico en Medicina de los especialistas Julio Sotelo y Teresa Corona, sirvieron de base para salvar la vida del futbolista, quien por cierto el pasado domingo debutó como invitado en un equipo de cuarta división en Brasil, mientras que el León se coronaba campeón en México.

 

En la escuela aprendimos que la materia ni se crea ni se destruye, sólo se transforma; que es todo aquello que ocupa un lugar en el espacio, tiene masa y está hecha de partículas a las que llamamos átomos, nombrados así por griegos de la antigüedad como Tales, Anaxágoras, Demócrito y otros porque suponían que tales pedacitos de materia no se dividían (a=sin, tomos=separación), aunque ya se ha demostrado que sí lo hacen. También sabemos que desde mediados del siglo XVII (1660) se ha producido una clasificación cada vez más completa y profunda de todos los elementos que componen la materia, primero con base en las propiedades químicas y físicas de los átomos, y posteriormente ordenados en una tabla periódica a partir del número atómico de cada elemento, palabra ésta que, por cierto, tiene un curioso origen que lo emparenta con el de abecedario, y que trataremos en otra ocasión.

 

En los laboratorios escolares aprendimos a separar compuestos, como el aire, en elementos como el oxígeno y el hidrógeno, y que los átomos se componen de electrones, con una carga eléctrica negativa; protones, positiva, y neutrones, sin carga. Hoy sabemos que hay otras partículas, todavía más pequeñas, pero no nos detendremos en ellas por ahora. Imaginemos un átomo de hidrógeno, el más simple de los elementos: tiene un núcleo, formado por un protón y un neutrón, y alrededor gravita un electrón; pues bien, la antimateria se comporta exactamente igual pero la carga eléctrica opera justo al revés; es decir, en un átomo de anti-Hidrógeno el núcleo tiene un anti-protón, con carga negativa, y alrededor gira un anti-electrón, con carga positiva o positrón. Es como si viéramos nuestra cara frente a un espejo: el lado derecho está ahora a la izquierda y viceversa.

 

Antes de intervenir quirúrgicamente a un paciente con un tumor o algún objeto extraño en la cabeza, los médicos solicitan que se les aplique una tomografía: Las más comunes son las TAC o tomografías axiales computarizadas, pero en muchas ocasiones requieren de una exposición considerable de radiación, lo que puede inducir otros padecimientos, como cáncer. En mucho menor número existen en México los tomógrafos por emisión de positrones (TEP), como al que fue sometido Salvador Cabañas, a quien, una vez dado de alta, sus compañeros futbolistas le dedicaron un partido de agradecimiento ¡a la Virgen de Guadalupe!

 

Si además de ese encuentro amistoso y de gratitud celestial, se hubiera donado el monto de las entradas para comprar otros tomógrafos TEP, ahora quizás estaríamos conociendo que otro paciente salvó la vida, gracias a la ciencia y a la tecnología.