Podrá ser exonerado y mantener intacto su palmarés, continuar conquistando competencias y elevándose a lo más alto en la historia del ciclismo de ruta, pero este miércoles ha cambiado sin remedio la visión que se tenga de Chris Froome.

 

¿Cómo puede plantearse eso, casi presumirse su culpabilidad, incluso si el Tribunal Deportivo o la Agencia Mundial Anti-Dopaje llegaran a afirmar que es inocente y no se ha beneficiado del dopaje? Por la sencilla razón, acaso no de la incumbencia del cuatro veces campeón del Tour de Francia, de que hablamos del deporte que mayores decepciones ha supuesto en las última décadas.

 

Froome suponía el resurgimiento con limpieza del ciclismo, el nuevo héroe sobre pedales al cual erigir un pedestal, la regeneración de ese acto de fe ya tan difícil ante quien sea que porte el maillot amarillo.

 

Su asma, conocido de sobra, siempre pudo interpretarse de dos formas: la primera, suspicaz, entendiendo que 30 por ciento de los ciclistas dicen padecer una condición que ni el 10 por ciento de los humanos presentan; la segunda, comprensiva, que precisamente la gran exigencia aeróbica, aunada a otras circunstancias propias del ciclismo de ruta, hacen que sus competidores sean más proclives a ese diagnóstico médico. Ya después el debate ensancha, porque el medicamento aprobado sólo como concesión terapéutica (las llamadas TUE: siglas en inglés de Uso Terapéutico Excepcional), fue detectado al doble de lo permitido en los análisis de Froome. Más aun, que en la jornada del presunto asma agravado que le habría obligado a elevar la ingesta, se le vio en especial poderoso y poco vulnerable sobre la bicicleta.

 

El ciclismo de ruta no halla todavía esa paz que derivará de la credibilidad. Antes de Froome fue su ex compañero Bradley Wiggins (con todo y su cargo de Sir) el que apuró su retiro por la tormenta de acusaciones. Antes, también, la nube de dudas que rodea al Sky Team en Inglaterra. Antes, sobre todo, Lance Armstrong, Floyd Landis y una pizarra de ganadores del Tour inentendible por los tachones, asteriscos, acotaciones sobre el vencedor de cada edición.

 

Abogados y médicos son llamados de vuelta a la alta competencia, tal como el deporte ya preferiría no tener que dirimir a sus campeones. Es lo que hay, todavía, por mucho que hayamos pensado que eso había terminado.

 

En cuanto a Froome, bien podrá salir librado, aunque no por ello quedará inmaculado.

 

Duele decirlo: ya nada será igual. Otra vez.

 

 

Twitter/albertolati