Los recientes y trágicos eventos ocurridos en Barcelona son deleznables: acaso sus perpetradores podrían aducir algo a favor de los atentados que se han presentado en diversas partes del mundo. Nadie más. El terrorismo y la violencia nunca serán la solución a nada, y la comunidad internacional, incluido México, ha condenado ya estas agresiones en contra de la población civil.

 

Pero no podemos ser candil de la calle y oscuridad de la casa. Diariamente, al interior de la República Mexicana y en la propia Ciudad de México se registran numerosos asesinatos, como resultado del terrorismo de Estado que se vive en nuestro país.

 

Lo mismo en Tamaulipas, donde los hechos violentos se suceden uno a otro, que en Guerrero, Oaxaca, Estado de México, Sinaloa, Zacatecas, Durango o Chihuahua; en todas estas zonas mueren cotidianamente más personas que las que fueron víctimas del terrorismo en los ataques a la metrópoli española.

 

Y el Estado mexicano está pasmado, ha perdido el control institucional de territorios y no tiene forma de recuperarlos debido a la corrupción, la impunidad y la complicidad entre las autoridades y quienes delinquen. Cada año, en fechas recientes, en nuestro país se registran miles de muertes por homicidio; y cada año la cifra se incrementa. Las explicaciones oficiales son por demás absurdas; por ejemplo, aducen que se trata de enfrentamientos entre grupos criminales o de daños “colaterales”.

 

Ha llegado el momento de reconocer que se ha perdido el control institucional, que los cuerpos de seguridad pública no tienen resguardo de las vidas y bienes en territorios completos, y que es una tragedia de inconmensurables dimensiones la que vivimos en la actualidad. La violencia institucional y el crimen organizado protegido por las autoridades están avanzando a pasos agigantados.

 

La Ciudad de México no es la excepción, por eso tenemos que recuperarla; no podemos permitir que este repunte de la violencia reciente y el miedo se conviertan en una realidad permanente e irresoluble.

 

Por eso, todos debemos trabajar por una causa común: que la capital del país vuelva a ser aquella ínsula de gobernabilidad, en materia de seguridad pública; pero también a nivel nacional se tiene que combatir la inseguridad, que está generando problemas de gobernanza, y que tiene a la población hundida en sentimientos fundados de zozobra y temor.

 

El problema es complejo, y debe ser atendido desde sus orígenes: sus causas fundamentales son el desempleo, la corrupción, la pobreza y la desigualdad. La juventud ya no tiene alternativas, el tejido social se ha deteriorado, la confianza en las instituciones se perdió; cerca de 88% de la ciudadanía las reprueba.

 

Nada se va a ganar con operativos mediáticos y ruidosos. Es necesario hacer un frente común contra la inseguridad que padece la población mexicana.

 

caem