Colin Powell, quien fuera secretario de Estado norteamericano durante la administración de George Bush, y que ahora se gana la vida trabajando como negro dictando conferencias, dando asesorías y estafando incautos, estuvo en México la semana pasada, invitado por la Asociación de Bancos de México, para decirnos cómo enfrentar las amenazas de Donald Trump. Sus consejos fueron tan conmovedores que a dos que tres de los asistentes a su conferencia se les salieron las lágrimas.

 

 
¿Qué fue lo que dijo el ex halcón Powell que hizo vibrar al auditorio que lo escuchaba? Pues palabras bonitas como las siguientes: “México es un país soberano; son una tercera parte de América del Norte, no un 10 por ciento. Cuando les pregunten si ustedes van a pagar el muro, respondan: No, para nada”. O lo que es lo mismo: ¡“Ni madres!, acotan los observadores. Y dijo otras frases que francamente fueron hipócritas, por ejemplo: “Si no tuviéramos migrantes tendríamos escasez de empleos en el país…” Y en cuanto al tráfico de drogas, señaló: “nosotros somos la causa del problema de drogas; nosotros las usamos”. ¿Y…?

 

 
Sobre el tema de los documentados e indocumentados mexicanos que trabajan en Estados Unidos, nadie del auditorio se atrevió – tal vez por su flaca memoria– a reclamarle al señor Powell por qué siendo secretario de Estado de George Bush, nos dio el clásico “atole con el dedo” cuantas veces se refirió a la Reforma Migratoria.

 

 
Una refrescadita… de memoria no cae mal. Desde que Vicente Fox y George Bush se reunieron en el rancho San Cristóbal -allá por mediados de 2001- convinieron en dejar atrás lo que calificaron como “limitaciones del pasado”; acordaron integrar una comisión binacional para negociar acuerdos migratorios de corto y largo plazos mediante los cuales los trabajadores mexicanos podrían ingresar como “trabajadores invitados” a aquel país. Dijeron que los problemas migratorios -fuente de roces y confrontaciones diplomáticas entre ambos gobiernos en las últimas décadas- debían abordarse mediante un esquema ordenado de flujos que garantizaran un trato humano, seguridad jurídica y condiciones de empleo digno a migrantes mexicanos.

 

 
Fox tomó tan en serio el asunto, que se atrevió a declarar que el principal punto de acuerdo de la visita de Bush había sido el de la susodicha comisión. “Se acabó el rollo, se acabaron las promesas, se acabaron las palabras…vamos a los hechos. No es nuestro estilo (de él y de Bush), dejar las cosas sueltas sino asegurar resultados en todo lo que nos proponemos,” presumió “Chente”.

 

 
Ese mismo día Bush, aconsejado por Colin Powell, declaraba a una cadena de televisión algo así como lo siguiente: no estoy loco para promover una amnistía que beneficiaría por lo menos a cuatro millones de mexicanos que de manera irregular trabajan en Estados Unidos.

 

 
En la cumbre de la APEC, celebrada en 2002 en México, Powell dijo hipócritamente que su país “estaba dispuesto a hacer todo lo posible para arreglar las disputas migratorias que han existido desde hace mucho tiempo entre México y Estados Unidos”. Pero en los siguientes dos años no hicieron absolutamente nada. En noviembre de 2004, Powell regresó a México para inaugurar la XXI Reunión Binacional México-Estados Unidos y volvió a declarar, con idéntica hipocresía, que la reforma migratoria integral sería de alta prioridad en el segundo periodo de la presidencia de George Bush.

 

 
Y ahora, 13 años después, Powell nos recomienda, sugiere, aconseja: ¡Defiendan su soberanía! ¡Digan que no van a pagar el muro! Confiesa que Estados Unidos no podría funcionar sin migrantes y otras tarugadas.

 

 
Si Nelson Vargas hubiera asistido a la conferencia, seguramente le hubiera gritado: ¡No tienes madre Colín!