Un negociador puede resultar bueno o malo, pero a eso se dedica.

 

 
Un negociador siempre tiene armas con las que atacar o defenderse, eso sí, sin transgredir la legalidad, en muchos casos, la propia ética. Mientras se respeten esas reglas, todo está bien.

 

 
Lo malo es cuando el negociador recurre a la calumnia, el infundio, la delación, a guardarse las verdades o airear los predicamentos de mentiras, de bajas traiciones y hasta de vejaciones con tal de llegar a su objetivo.

 

 
Cuando hace unos días, la primera ministra británica, Theresa May, rubricaba una misiva que había escrito de su puño y letra, dirigida al presidente del Consejo Europeo, el polaco Donald Tusk sabía que la salida del Reino Unido de la Unión Europea ya no tenía vuelta atrás.

 

 
Dicen que muchos escucharon decir al presidente del Consejo Europeo que eran un día y una misiva triste.
Pero la primera ministra británica no piensa marcharse con las manos vacías. En la carta, May pide que, a pesar de la desconexión con Europa, comiencen a negociar un acuerdo comercial beneficioso con la Unión Europea.

 

 
Los que estaban cerca de la canciller alemana, Ángela Merkel, cuando ésta conoció la noticia, cuentan que se puso furiosa. Bastante daño ya ha hecho el Reino Unido, con su decisión de salirse de la Unión Europea, como para encima ir con exigencias.

 

 
La gran estadista Angela Merkel –de la que me siento ferviente fan con fervor casi enfermizo de la fuente fecunda y edificante de la capacidad intelectual y política de la canciller alemana- dijo que de ninguna manera Europa claudicaría a que se negociara ningún tratado comercial, ni ningún acuerdo con Gran Bretaña hasta que la isla se salga de Europa.

 

 
Y entonces llegó lo que escribí arriba sobre el negociador. Sabiendo que el continente europeo es muy vulnerable en la actualidad al terrorismo, Theresa May condiciona los acuerdos y otras ventajas para Gran Bretaña como condición en su ayuda a la seguridad en Europa. Es más, su ministra del Interior dejó caer que el Reino Unido podría abandonar Europol -la Agencia Policial Europea- terminando el Brexit.

 

 
Si algo necesita ahora Europa es la ayuda e intercambio de información entre los servicios secretos europeos. De hecho, gracias a éstos, se han podido abortar muchos atentados del Estado Islámico. La inteligencia británica es muy buena, y lo sabe.

 

 
Con esas cosas no se juega ni se frivoliza. El terrorismo destroza vidas y las autoridades británicas no pueden poner como condición la seguridad y el terrorismo que golpea a Europa. Es sencillamente miserable.

 

 
Pero, ¿cómo no va a dinamitarse la Unión Europea en pedazos? Con los líderes que tenemos –no hay más que ver a Theresa May-, no me extraña que Europa se reconcoma bajo su propio lodazal.

 

 
Tras 60 años de ir pegando países a base de una arquitectura política tan complicada como la de un rompecabezas, por primera vez una nación se marcha de la Unión. En el efecto dominó pudieran seguirle otras. Ése es el problema.
Pero, dignidad; ante todo, dignidad. No se puede ceder al chantaje, al oprobio de un trueque en el que hay vidas humanas de por medio.

 

 
La primera ministra británica, Theresa May, no lo ha calculado o, si lo hizo, le ha dado igual. En todo caso, le demerita.

 

 
¿Qué pasó con los verdaderos políticos de hace cinco décadas? Los que crearon aquel sueño de la Unión Europea.