Pasaron ya algunas semanas del resultado electoral de Estados Unidos. A pesar de haber tenido un menor número de votos acumulados de manera individual, el sistema de votación americano definido por “el colegio electoral” otorgó un mayor número a Donald Trump del Partido Republicano, con lo que el próximo 20 de enero estará rindiendo protesta como nuevo Presidente por un período de cuatro años.

 

Pero, ¿qué viene sucediendo en este mes y medio desde que se dio dicho triunfo?

 

La economía mexicana y la propia sociedad sufren ante un muy probable cambio en la relación bilateral con Estados Unidos. La cercanía geográfica que en muchas ocasiones ha sido un “elemento favorable” en el contexto económico parece que ahora marcará un “sesgo contrario”.

 

El tratado de libre comercio que inició en enero de 1994 estará siendo revisado. Si se trata de una “modernización” o de “cambios que pudieran darle valor a los tres países”, resultaría en un ambiente más positivo. Sin embargo, el riesgo de un “proteccionismo” comercial dentro de la estrategia de Donald Trump estará llevando a diversos sectores y rubros quizá a mayores tasas impositivas que limitarán los beneficios que México tenía: una nación con un costo de producción por mano de obra mucho más atractivo al igual que el “flete” de envío de los productos. Ahora podría ser diferente.

 

Quizá al final de tal revisión, que llevará seguramente “meses de trabajo”, los cambios que se generen pudieran “no ser tan profundos”, pero mientras esto sucede las “nuevas inversiones” se están frenando con el riesgo de algunas “desinversiones” que al final impactarán a la economía mexicana con menores empleos y actividad propia.

 

La economía nacional, de acuerdo a diversas instituciones privadas y al propio Banco de México, estará creciendo a un ritmo menor en 2017. Entre el aumento “indispensable” en las tasas de interés domésticas y la necesidad de un fuerte recorte al gasto público, los incentivos para invertir y crecer estarán muy limitados. Pero desgraciadamente el efecto dominó tendría impacto en el propio sector bancario, en donde el desarrollo del financiamiento tendrá que reducir su ritmo de “expansión” ante el riesgo de una cartera que pierda “calidad crediticia” entre un aumento en la morosidad y una menor demanda de nuevos créditos, así como una revisión más exhaustiva y un mayor costo del dinero.

 

También el que se pueda registrar una tasa especial a las remesas familiares tendría un impacto en el recurso que reciben las familias en México. Hasta ahora, éstas han venido creciendo por la propia actividad económica americana y por la depreciación del peso que alcanza en el año 20%. Sin embargo, una tasa de 10, 15, 20 o hasta 35% de impuestos tendría un impacto en el ticket promedio de envíos. Pero, además, el riesgo de un mayor número de deportaciones también podría perjudicar el monto de envíos. Pero todo esto lo sabremos hasta el transcurso del primer semestre de 2017, ya con la marcha del gobierno de Donald Trump.

 

Por todo esto, el escenario para México parece difícil. No se puede ocultar el sol con un dedo. La incertidumbre refleja “miedo” o “precaución” y las empresas en nuestro país tratarán de cuidar su flujo, rentabilidad y mercado. Pero algunos sectores pueden ser “vulnerados” con cambios más significativos, aquéllos en los que Estados Unidos ha perdido empleos en mayor medida y su déficit comercial ha sido creciente en el tiempo.

 

Tenemos la “esperanza” de un Trump que “modere” su comportamiento. Pero hay que recordar que se debe a ese porcentaje de americanos “nacionalistas”, radicales y que estarán atrás de él para que cumpla con lo que estuvo prometiendo. Cuidar a Estados Unidos y devolverle el empleo y el nacionalismo comercial. Seamos realistas ante lo que viene.